Son el enemigo número uno de cualquier huerto, pero saber manejarlas puede traer grandes ventajas a la cosecha
Quienes han tenido o tienen un huerto sabrán que existen algunas plantas cuya presencia nos hace temblar por su capacidad invasora y por su poder de robarle los nutrientes a nuestras hortalizas.
La trepadora Convolvulus arvensis, más conocida como correhuela, es una de ellas: sus bonitas flores blancas son realmente engañosas y esconden la maldad y alevosía que está detrás de cada planta.
Esta planta rastrera o trepadora es, además, perenne, y se encuentra en bordes de caminos, cultivos y zonas con nitratos (su presencia indica que se trata de un suelo rico en nitrógeno). Esta es además una de las malezas más serias que puede afrontar cualquier jardinero.
No obstante, pese a su mala prensa, esta enredadera desempeña un papel clave en el equilibrio del suelo, de manera que no se merece mirarla con tan malos ojos como lo hacemos habitualmente.
Las rastreras promueven el crecimiento vegetal al airear el suelo y conseguir mantenerlo húmedo. Las raíces malditamente profundas de estas plantas son un aliado silencioso que consigue llevar nutrientes hasta las plantas vecinas.
Aunque es cierto que en este caso los nutrientes salen a compartir, su presencia garantiza crear un ambiente propicio para cosechas llenas de frutos. Además, sus flores atraen a una especie de mosca que es a su vez depredadora de los pulgones, otros grandes enemigos del huerto.
En este caso, lo único que hay que tener claro es que hay que controlar su crecimiento para que su capacidad de trepar y de rodear y ahogar a las otras plantas no sea total (de hecho, la voz latina convulvus significa envolver).
Esta planta se propaga gracias a sus rayos subterráneos con raíces que dan lugar a nuevas plantas, lo que también le ha valido el sobrenombre de tripa del diablo, porque se dice que estas son capaces de llegar hasta el centro de la Tierra.
No arar encima
Esta propagación subterránea hace muy difícil su eliminación, de manera que lo mejor es arrancar las flores y también las hojas quitando con cuidado las raíces con un rastrillo. Hay que evitar romper las plantas porque al arra se pueden cortar las raíces en pequeños trozos y conseguir el efecto contrario: que las plantas se multipliquen.
Una solución mucho más definitiva y de raíz consiste en trabajar la tierra, ya que esta planta adora los suelos compactos y pesados. Así, descompactar el suelo y cubillo con mantillo hará que las lombrices entren en escena y aireen el suelo, haciéndolo blando y más aireado.
Fotos | Rosa-Maria Rink - Lazaregagnidze
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