A simple vista, hay una planta en el jardín que parece una hierba sin importancia, e incluso molesta. Sus hojas urticantes y su aspecto de maleza la han ganado la fama de “planta invasiva”, y muchos no le prestamos atención. Pero cuando uno le dedica tiempo para conocerla mejor, descubre que es un verdadero tesoro para el jardín y para nuestra salud.
La ortiga es rica en vitaminas A, C, K y B, y en minerales como calcio, hierro y magnesio, lo que la convierte en un suplemento natural que ha sido utilizado durante siglos. Hoy en día, se usa tanto para tratar anemias como para fortalecer el cabello y aliviar inflamaciones. Desde que la descubrí, me ha fascinado su versatilidad.
Además de sus beneficios para la salud, la ortiga tiene aplicaciones en jardinería ecológica. Sus restos orgánicos actúan como un eficaz repelente de plagas y se puede preparar en forma de abono natural. Quienes la usan en el jardín, notan cómo las plantas están más fuertes y protegidas de insectos.
Ortigas en remojo
La ortiga es rica en nitrógeno y otros elementos clave, y cuando se prepara un abono fermentado con ella, las plantas absorben mejor los nutrientes del suelo, crecen más vigorosas y resisten enfermedades. Con solo un poco de agua y ortigas maceradas resulta super sencillo crear una solución que se pulveriza en las plantas, protegiéndolas de plagas sin químicos.
Es increíble cómo una planta tan subestimada puede ser tan valiosa. Desde que uno comienza a utilizar la ortiga en el jardín, nota cómo ayuda a mejorar la salud y apariencia de las plantas vecinas. Es todo un descubrimiento que confirma el poder de los recursos naturales en la jardinería.
La ortiga es una prueba de que a veces los elementos menos apreciados o los eslabones más débiles de la cadena pueden ser los más útiles. En lugar de eliminarla, es importante valorarla como un recurso indispensable que ayuda a cuidar el jardín de manera sostenible y efectiva.
Foto | Artur Roman
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