17 alimentos que quizá no sabías que se pueden congelar

Todo el mundo tiene congelador en casa pero su uso todavía despierta muchas dudas. No sirve solo para llenarlo de ultracongelados y almacenar helados, también puede sacarnos de muchos apuros y evitar que desperdiciemos más comida de la cuenta. Eso no quiere decir que podamos congelarlo todo, pero seguro que todos podríamos sacarle más partido.

Ya hemos repasado varios conceptos clave sobre la congelación, incluyendo los trucos para congelar cremas de verduras, cuándo se pueden recongelar comidas descongeladas o cómo tratar las croquetas. Hoy queremos repasar algunos alimentos que se pueden congelar sin problemas y que quizá no todo el mundo conocía. ¿Añadirías alguno más a la lista?

1. Jengibre fresco

Recuerdo cuando solo conseguía encontrar jengibre fresco en un gran supermercado que lo comercializaba en grandes bandejas con demasiadas piezas como para gastarlo a tiempo en casa. Normalmente se utilizan pequeñas cantidades para cocinar, por eso congelar jengibre antes de que se estropee nos ayudará a mantenerlo más tiempo. Y nunca viene mal tenerlo a mano.

Se puede conservar en piezas pequeñas ya peladas para rallarlo directamente congelado siempre que lo necesitemos. Otra opción es picar, rallar o machacar el jengibre en porciones, por ejemplo congelando la pasta en cubiteras. Es un formato práctico para echar la porción necesaria directamente en un guiso o salsa sin tener que descongelarlo.

2. Arroz, quinoa o cuscús cocido

¿Te has pasado cocinando arroz para la guarnición o una ensalada? Hay mil formas de reaprovecharlo, pero siempre podemos congelarlo si no tenemos claro qué uso darle a corto plazo. Eso sí, mejor si el grano está bien suelto y cocido en su punto, y siempre debidamente enfriado.

Lo mejor es extender el cereal en una o varias bandejas que quepan horizontalmente en el congelador. Cuando esté congelado -tardará poco-, ya podemos guardar los granos en bolsas de cierre hermético o recipientes adecuados.

Es un truco útil para congelar también cuscús o quinoa, aunque esta última puede quedar con una textura algo más gomosa si no hemos controlado bien el punto de cocción. Para reusarlos bastará con saltearlos directamente en una sartén con poco aceite, o emplear el microondas.

3. Masa cruda de galletas

Congelar masa de galletas fue mi gran revelación hace unos años cuando lo probé la primera vez en época navideña -temporada galletera por excelencia-. Realmente no cuesta nada duplicar o triplicar cualquier receta para separar porciones y guardarlas en el congelador.

Se puede congelar la masa tal cual, estirada y aplanada o en forma de cilindro, para cortar las galletas directamente -esperando a que se atempere un poco para poder cortarla. Así además conservarán la forma mucho mejor durante el horneado.

También tenemos la opción de formar las galletas y guardarlas antes de hornear. En ese caso conviene colocarlas en una bandeja para congelarlas directamente así durante una o dos horas. Después podemos guardarlas en recipientes herméticos y hornearlas directamente sin descongelar. Solo habrá que alargar un poco el tiempo de cocción.

4. Pizza casera prehorneada

Las pizzas ultracongeladas comerciales son tentadoras por la comodidad y rapidez de cocinado, pero tenemos la opción de hacer nuestra propia versión casera. Solo hay que dedicar un día a preparar varias pizzas y congelarlas adecuadamente, tal y como Esther nos enseñó en este completo tutorial.

Básicamente se trata de elaborar nuestra masa favorita, darle un horneado rápido en blanco de 10 minutos, cubrir con los ingredientes y congelar dos horas. Después tenemos que envolverla muy bien con plástico film y papel de aluminio antes de devolver al congelador. Así tendremos pizza casera lista para hornear cuando más nos apetezca.

5. Tortitas y gofres

Aunque son fáciles de preparar, las tortitas y los gofres suelen dar pereza, sobre todo porque nos gustan en el desayuno y a primera hora no apetece liarse a cocinar. Así que un buen recurso es doblar las cantidades y congelar las sobras por unidades.

Tendremos mejores resultados si los congelamos recién hechos pero enfriados, envueltos muy bien individualmente. Es preferible aplicar el congelado por contacto, dejando que se congelen durante una o dos horas sin cubrir antes de proteger con plástico film. Una vez bien envueltos podemos apilarlos en un recipiente o bolsa sin miedo a que se peguen entre sí.

Así podremos disfrutar de un capricho para el desayuno cualquier día, sin más complicaciones que recalentarlos a la plancha, tostador o con un horno microondas. Se dice que las torrijas también quedan bien, aunque no conozco a nadie que lo haya probado. Las tostadas francesas sí tienen fama de congelar sin problemas.

6. Chocolate

En principio nadie compra tanto chocolate como para tener que congelarlo, pero yo vuelvo de mi Suiza con un buen cargamento cuando voy de visita -hay que aprovechar- y quiero que se conserve fresco y sin perder sabor o aroma. Es también un buen recurso para el chocolate de pastelería, que a veces se almacena en la despensa demasiado tiempo y puede perder calidad.

Bien envuelto o en recipientes herméticos el chocolate tal cual alargará su vida sin ver alteradas sus propiedades. Es también un buen método de conservación en verano, cuando peligra por la visita de insectos o la acción de las temperaturas extremas.

7. Leche y nata líquida

Cuando somos pocos en casa, o si tenemos que salir de vacaciones, podemos encontrarnos con tetrabricks de leche abiertos que corren el riesgo de echarse a perder. En ese caso podemos congelarla sin mayor dificultad, siempre que siga todavía en buenas condiciones de consumo.

La nata líquida, por extensión, también es apta, salvo que queramos usarla para montar. La nata ligera de cocina o la más grasa para cocinar y mezclar también pueden congelarse, en recipientes herméticos limpios y limitando al máximo el contacto con el aire, pero dejando un pequeño espacio para permitir la expansión.

Es importante descongelarlas en la nevera y mezclar bien después para reintegrar los componentes sólidos que se habrán separado en el proceso. El buttermilk o suero de leche también se puede congelar de esta forma. Quizá el aspecto no sea igual de homogéneo, pero podremos usar estos lácteos en diferentes recetas sin problemas.

8. Huevos

Jamás hay que congelar los huevos frescos enteros con su cáscara, pero sí podemos congelarlos con una debida preparación previa. Podríamos sencillamente abrirlos y echarlos en un recipiente de congelación, aunque hay otras dos formas más efectivas.

Una opción es separar las yemas de las claras. Podemos verter las claras en recipientes de silicona, congelarlas y después desmoldar y guardar juntas en una bolsa hermética -quedarán como bloques, fáciles de separar-. Las yemas se congelan mejor si las batimos ligeramente, antes de aplicar el mismo método.

Si queremos congelar los huevos enteros, por unidades o combinando varios al mismo tiempo, también es preferible batirlos un poco para integrar yemas y claras. Es preferible descongelarlos en la nevera, usarlos cuanto antes y cocinarlos por completo.

9. Mantequilla

Más agradecida a la hora de congelar que los lácteos líquidos, gracias a la alta proporción de grasa y la menor cantidad de líquido. Hoy en día las mantequillas comerciales aguantan mucho más tiempo que las artesanas, pero aún así es un producto susceptible de absorber olores ajenos, y se enracia con facilidad.

Lo ideal es congelar la mantequilla en porciones según cómo vayamos a utilizarla -por ejemplo, en bloques de 100 g o de 125 g, comunes en recetas de pastelería-, bien envueltas de forma individual. Podemos descongelarla a temperatura ambiente o al baño maría si la necesitamos fundida. Hay recetas que requieren mantequilla muy fría, en este caso podemos rallarla directamente congelada usando un rallador grueso.

10. Harinas y cereales crudos

Si, como yo, acumuláis grandes cantidades de harinas diferentes, sabréis que el verano es mala época para su conservación en la despensa. Congelar la harina es por tanto una forma válida de alargar su frescura y protegerla de los insectos y otros microorganismos, igual que ocurre con cereales crudos.

Lo mejor es separar cantidades adecuadas al uso que iremos dando a cada variedad, envasándola en bolsas herméticas y anotando el contenido y la fecha. Aunque en principio las harinas no caducan -es decir, no se han a estropear salvo que se llenen de visitantes-, sí pierden propiedades organolépticas con el tiempo.

11. Aguacate

¿Has visto una oferta de aguacate nacional y te has lanzado a llenar la cesta de la compra? No sufras si crees que se maduran más rápido de lo que puedes consumirlos, es posible congelar el aguacate para diferentes usos.

Aunqueal descongelarlo cambiará su textura, es un método ideal si queremos preparar guacamole, salmorejo de aguacate, algún dulce o batido. Podemos congelar la carne machacada o pelado y cortado por la mitad sin el hueso, en una bolsa de cierre hermético. Dándole un baño de limón evitaremos un poco la típica oxidación.

12. Sánwiches y bocadillos

¿Tanta pereza supone prepararse un sánwich fresco? Bueno, es verdad que puede ser exagerado congelar dos rebanadas de pan de molde con jamón york y queso, pero si nos molestamos en preparar un sándwich o bocadillo de categoría, agradeceremos en el futuro preparar doble ración para llevar una -o más- al congelador.

La clave está en utilizar un buen pan de verdad -de molde, barra o una hogaza casera o artesanal, preferiblemente de masa madre y mejor aún si es con harinas integrales-, fresco, y otros ingredientes de calidad. Lógicamente la lechuga y el tomate no congelan muy bien, pero el queso, verduras crudas o asadas y carnes sí aguantan sin problemas.

Un buen truco es untar las dos caras internas del pan con alguna crema o salsa para proteger la miga. Tendremos mejores resultados si cocinamos el sándwich congelado a la plancha, horno o sandwichera, o incluso en un tostador, sin necesidad de descongelarlo.

13. Puré de patatas

Es una guarnición muy socorrida que suele gustar mucho a los niños, y que merece la pena hacer casero. Si os gusta el puré de patatas más sólido y denso, enhorabuena porque se congela de maravilla. Tomando porciones como si fueran bolas de helado es posible congelarlas en una bandeja para después guardarlas en una bolsa hermética.

Hay un truco para darle otro buen uso a las sobras de puré de patatas: congelar porciones pequeñas para usarlas como espesante de guisos y sopas. Solo hay que añadirlas directamente desde el congelador a la olla y enriquecerá cualquier plato de cuchara que pida algo más de cuerpo.

14. Patatas fritas de bolsa y otros aperitivos salados

No suelo tener patatas fritas tipo chips ni los llamados snacks salados en casa para no abusar de ellos. Si compramos por recibir invitados siempre sobran, y me da rabia que se pongan rancios tan rápidamente. Afortunadamente, también se pueden congelar.

De nuevo, el mejor método es el del congelado por contacto en una bandeja y después en una bolsa o recipiente hermético, para evitar que se peguen entre sí. Hay quien incluso afirma que las patatas fritas están más ricas si se han congelado, y se pueden comer directamente sin necesidad de esperar a que vuelvan a temperatura ambiente. Desde luego, estarán más crujientes.

15. Frosting o crema de cobertura de pasteles

Llamamos frosting a las coberturas de pasteles y cupcakes típicas de la repostería anglosajona. Crema de mantequilla o buttercream, con o sin chocolate, de nata montada o con queso crema, es muy posible que tengamos sobras cuando preparemos alguna receta.

Para no desperdiciarlo también lo podemos congelar. Al volver a temperatura ambiente habrá perdido textura, pero solo necesitamos batirlo un poco de nuevo para usarlo con normalidad. Lo mejor es acordarse la noche antes y dejar que desgcongele en la nevera.

16. Queso

El queso empieza a estropearse cuando se corta o se abre, y eso es un problema si no somos muchos en casa y hemos comprado una unidad grande entera. Congelarlo por porciones bien envueltas es una solución para evitar que se eche a perder, aunque perderá textura al descongelarse. No será ideal para servir como tapa, pero evitaremos tirarlo a la basura.

No todos los quesos congelan igual de bien -cuanto más grasos, mejor-, pero serán perfectamente comestibles. Un buen recurso es congelar porciones de queso recién rallado; así tendremos queso de verdad listo para servir con nuestros platos de pasta o pizza en cualquier momento.

17. Café

Para disfrutar de café de verdadera calidad es imprescindible invertir en buenos granos de café natural recién tostados. En el momento en el que se tuestan empiezan a perder aroma y sabor -y ya ni hablamos del café molido-, por lo que es esencial consumirlo a los pocos días. ¿Y si hemos comprado un café excelente y no vamos a poder gastarlo pronto? Congelarlo puede ser una solución de urgencia.

Es importante dividir los granos en porciones de uso, para descongelar solo la cantidad exacta que vayamos a necesitar para usar en ese mismo instante. Solo merece la pena congelar los granos fresquísimos de café de calidad, y preferiblemente en bolsas herméticas con el mínimo aire dentro. Si podemos envasarlo al vacío, mucho mejor.

Por último, hay que recordar que los alimentos congelados no duran eternamente porque la congelación no detiene por completo la descomposición, solo la ralentiza. Además, siempre tendremos mejores resultados al descongelar si hemos usado productos en su punto óptimo, no a punto de superar su vida útil. ¿Qué soléis congelar vosotros en casa?

Fotos | Pixabay - Unsplash - iStock
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