No son muchos los productos elegidos que tienen el honor, tiempo mediante, de haber conseguido que su marca comercial haya acabado identificando a toda una categoría. Por poner varios ejemplos, poca gente pide cacao soluble pero pide Cola Cao; demanda pan de molde y no dice Pan Bimbo, o busca una gaseosa y no indaga por La Casera. En casos extremos, nadie busca un refresco de cola cuando pregunta por Coca Cola.
Al tomate frito, aunque la competencia sea brutal, le pasa lo mismo: poca gente busca tomate frito sin pensar en Orlando. No es fácil conseguirlo, pero es la señal de que una marca consigue permanecer en un ideario colectivo que durante generaciones ha nutrido las cocinas y despensas de los hogares españoles con un producto 100% local.
Y eso a pesar de que aquel icónico martilleo de 'Cuáte, aquí hay tomate' nos hiciera pensar en un México lindo y querido, o el nombre de Orlando, que no suena a castizo especialmente y que nos traslada de manera irremediable a Italia.
Sin embargo, en un 2022 en el que la marca cumple su centenario, Orlando irradia españolidad, kilómetro cero y sostenibilidad en un mensaje que se inició hace 100 años con una aventura de conservas de pescado, pero que a finales de los años 60 descubrió su piedra filosofal: el tomate frito.
De conserva de pescado a rey del tomate
Fue la familia de Salvatore Orlando, un italiano afincado en San Sebastián, quien dio el pistoletazo de salida a un incipiente emporio que comenzó en la capital guipuzcoana consagrado a las conservas de pescado. De hecho, en la actualidad aún hay una rama de los Orlando que se dedican a este negocio, principalmente de anchoa en conserva, bajo la marca Olasagasti.
Sin embargo, debieron pasar más de 40 años a mediados del siglo XX para que, casi como un chivatazo, alguien le sugiriera a Salvatore hacer tomate frito. Por qué no, debió pensar el patriarca, cuando descubrió Alfaro, en el corazón de la huerta riojana, y que hoy es el estandarte de Orlando a nivel nacional. Aunque el debut riojano empezó en 1961, elaborando otras conservas vegetales como espárragos o alcachofas, hasta que dieron con la tecla del tomate frito.
En las postrimerías del franquismo, con la cada más incipiente presencia de la mujer fuera de los hogares, y con el boom del desarrollismo, España se subió en un bote de modernidad que una enseña como el tomate frito ya envasado representaba a la perfección.
Como en casa, pero sin el esfuerzo de realizarlo; así ha presumido Orlando de su tomate frito desde 1968 y así lo sigue haciendo, algo en lo que insiste Enrique Sanz, jefe de planta de la fábrica de Alfaro, donde se procesan 55.000 toneladas de tomate frito al año: "la receta es la misma que en los inicios. Se han modernizado procesos, pero la esencia del sofrito es exactamente igual".
Tomate 100% español
No extraña, evidentemente, que Orlando fuera un caramelo. Presente en casi todos los hogares españoles, condimento indispensable del arroz con tomate y de la pasta, aquel boom tomatero suponía un canto de sirena irrenunciable para el mercado exterior. Tanto es así que la multinacional estadounidense Kraft Heinz adquirió Orlando en 1988.
Desde entonces poco ha cambiado, más allá de renovar la fábrica de Alfaro, punta de lanza tecnológica de la compañía en Europa, y la profesionalización de ciertos procesos que, sin embargo, no modifican los sólidos cimientos del tomate frito.
"Tenemos relaciones de largo recorrido con los productores de tomate, que se distribuyen a lo largo de toda la ribera del Ebro, desde La Rioja hasta Navarra y Zaragoza", indica Enrique Sanz.
Una realidad que tiñe los campos de rojo a finales de verano y principios del otoño cuando las cosechas de tomate, tal y como responde Germán Soldevilla, jefe de Campo de Orlando, que es el guardián de que todo lo que sucede en las huertas ribereñas esté a la altura de lo que se espera del tomate frito.
Él gestiona las relaciones con los productores, les aconseja, asesora y ejerce casi de tutor para garantizar la calidad y cantidad de unas producciones que transforman en términos totales más de 75.000 toneladas de tomate fresco en diversos productos, aunque el tomate frito es el rey.
La industria al servicio del campo
Sin paños calientes y con la conciencia tranquila, en Orlando son conscientes de producir lo que se conoce como un tomate de industria, formato pera, que procede de diferentes híbridos naturales cuya patente es propiedad de Kraft Heinz. "Aquí no hay ningún transgénico", avala Enrique Sanz: "todo lo que se siembra para Orlando es fruto de la naturaleza".
Más de 400 hectáreas de campo se convierten así en el vergel que explotará en rojo y verde a finales de agosto, pero la tarea comienza mucho antes. En los viveros donde germinan las plantas, ya por el mes de marzo, se seleccionan las tomateras que mejor se adaptarán a cada suelo y a cada agricultor.
De ahí, a mayo y junio, cuando se plantan. Un período clave que cada vez está más controlado y que incluso pasa por el uso de plásticos biodegradables para garantizar la calidad del suelo y los sistemas de riego por goteo. Este último, en boca de todos en una España sedienta en 2022, preocupa en Orlando, donde apuestan por la sostenibilidad y la racionalidad para seguir trabajando.
Ya a finales de verano entran en acción las cosechadoras. Por un lado, recogen el tomate. Por el otro, desechan la planta, que servirá de abono natural para la campaña siguiente. Relucientes, de piel dura y uniformes, estos tomates ya se criban en el campo para que los ejemplares verdes o las pequeñas piedras nunca entren en el sistema de producción.
De la mata a la mesa
Una vez que los tomates se cosechan, aguardan en las instalaciones de Orlando hasta entrar en la cadena de producción. En apenas tres horas, los tomates pasarán de su estado natural a convertirse en tomate frito, mediante el encanto de un aceite aromatizado con ajo y cebolla que es la base de la receta.
Luego, a modo de sofrito, en enormes tubos de calor se mezclan el tomate triturado con el propio aceite para dar ese toque de cocina casera del que presume la compañía. Una emulsión turbinada y triturada, filtrada para que no haya ninguna impureza, es lo que pasará a los distintos formatos de Orlando.
De ahí luego surge la creatividad que ha ido adaptándose a los nuevos hogares y nuevos gustos, incluyendo opciones sin azúcar y sin sal; versiones con aceite de oliva; recetas más tradicionales con un tomate en trozos más gruesos y, por último, la **nueva joya de la corona que vio la luz en
2021: Orlando Creaciones**.
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Tres nuevos tomates con diferentes opciones: dulce, suave e intenso, que distribuyen cebolla caramelizada, pimiento o hierbas aromáticas en su formulación para plantar cara en el terreno de los tomates ready to serve y que pueden vestir en cuestión de minutos cualquier plato.
Por último, para nostálgicos, desde Orlando avisan de que cuando veamos un tomate frito Heinz en cualquier lugar del mundo podamos tener la certeza de que se trata del auténtico tomate frito Orlando, un auténtico regalo para expatriados que no echen así de menos el sabor de siempre.
Imágenes | Orlando
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