“You´re so beatiful”, canta un ganadero a sus vacas en la última campaña publicitaria de Leche Pascual, en la que se anuncia que todas las granjas de la compañía cuentan ya con un certificado de bienestar animal. Hace dos semanas Lidl anunciaba también que su leche fresca cuenta con este certificado, al que se suma otro de pastoreo. Pero ¿en qué consisten estos?
Aunque Aenor no es la única empresa que expide este tipo de certificados, sí es la única de España que lo hace conforme a los requisitos establecidos en Welfare Quality, un proyecto científico destinado a consensuar un protocolo de bienestar animal, que es hoy el más exigente en Europa y es al que se han acogido tanto Pascual como Lidl.
El certificado, que Aenor ya ha concedido a más de 1.300 instalaciones de diferentes especies (vacuno, porcino y avicultura), nació en 2014, como una iniciativa conjunta de la empresa de control de calidad y el catalán Instituto de Investigación y Tecnología Agroalimentarias (IRTA).
Como ha explicado a Directo al Paladar David Verano, director de Industria Agroalimentaria y Distribución de AENOR, el surgimiento de estos certificados responde a una demanda de los consumidores: “El Eurobarómetro sobre la percepción del consumidor europeo en materia de bienestar animal muestra que el 94 % de los europeos creen que es importante proteger el bienestar de los animales de granja”.
Los 12 criterios de bienestar animal
Aunque con diferentes criterios en cada Comunidad Autónoma, España cuenta con una legislación sobre bienestar animal de obligada observancia en todas las instalaciones. Esta apunta una serie de requisitos, como el espacio mínimo legal que deben tener las reses (el suficiente “para que puedan darse la vuelta y acostarse sin dificultad”), el tiempo máximo que pueden estar estabuladas, la obligación de recibir una alimentación adecuada o acceso a agua fresca.
Este certificado, no obstante, va mucho más allá de lo que exige el cumplimiento legal y, como apunta Verano, cuenta con una diferencia fundamental: “Welfare Quality tiene como pilar fundamental la observación directa del animal. Es el propio animal el que indica su adaptación al medio en el que vive y, por tanto, su estado de bienestar”.
Si la legislación, por ejemplo, exige que las instalaciones estén diseñadas de forma que no presenten bordes salientes que puedan herir a los animales, lo que audita el certificado de Aenor es que el propio animal, efectivamente, no tiene heridas. Lo mismo ocurre con la alimentación. La legislación exige una “alimentación adecuada”, pero las empresas que cuentan con esta certificación tienen que demostrar, además, que sus animales tienen una condición corporal correcta.
“Con la observación directa del animal se evalúa el ambiente y los factores que le rodean, llegando más allá de los requisitos exigidos por la legislación”, concluye el responsable de Aenor.
Para conceder el certificado la empresa realiza una auditoria en la que se evalúan cuatro principios básicos conforme a 12 criterios muy concretos:
Buena alimentación
- Ausencia de hambre prolongada.
- Ausencia de sed prolongada.
Buen alojamiento
- Confort en relación al descanso.
- Confort térmico.
- Facilidad de movimiento.
Buen estado de salud
- Ausencia de lesiones.
- Ausencia de enfermedad.
- Ausencia de dolor causado por prácticas de manejo tales como la castración, el corte de cola, el descornado, etc.
Comportamiento apropiado a sus necesidades
- Expresión de un comportamiento social adecuado, de forma que exista un equilibrio entre los aspectos negativos (agresividad, por ejemplo) y los positivos.
- Expresión adecuada de otras conductas, de forma que exista un equilibrio adecuado entre los aspectos negativos (estereotipias, por ejemplo) y los positivos.
- Interacción adecuada entre los animales y sus cuidadores, de forma que aquéllos no muestren miedo de las personas.
- Estado emocional positivo.
Tratar bien a los animales es rentable
No cabe duda de que las empresas persiguen la obtención de estos certificados siguiendo criterios de marketing, pues los consumidores son cada vez más exigentes con estas cuestiones y contar con una etiqueta que certifica el bienestar animal de los animales puede aumentar las ventas. Pero existen otros criterios económicos: tratar mejor a los animales es rentable.
La calidad de vida de los animales influye en la velocidad a la que crecen, en la presencia de enfermedades y en las características organolépticas de su carne o leche.
Hay que apuntar que la salud es una parte del bienestar animal, pero este concepto va mucho más allá. Si, por ejemplo, una vaca sufre estrés en los momentos previos a la matanza su carne es de peor calidad. Y todo esto tiene una contrapartida económica.
Los atajos para ahorrar mediante el hacinamiento de reses pueden ser al final contraproducentes, y es algo de lo que cada vez más ganaderos son conscientes. Hoy sabemos a ciencia cierta que los animales de granja son seres sintientes y necesitan emociones positivas para sentir bienestar. Tratarlos bien no solo es una exigencia ética, es una política rentable.
Imágenes | iStock/Pixabay