Tengo la suerte de que mi padre trabaja en el mundo agrónomo, y cada verano consigue una buena cosecha de calabaza gracias a un amigo que tiene plantaciones en Murcia. Por eso yo siempre tengo calabazas en casa, y cuando me lío en la cocina le saco el máximo partido que puedo durante muchos días.
Por eso creo que merece la pena conseguir ejemplares enteros, a ser posible grandes, aunque en principio solo queramos un pedazo para una crema o un bizcocho. Esas porciones de calabaza que venden ya cortada o incluso pelada y troceada salen demasiado caras, aunque parezcan prácticas. Os animo a cocinar una calabaza entera para aprovecharla toda la semana en varias recetas.
Domingo: cocinar la calabaza
Nuestra semana empieza en domingo -al estilo de los calendarios anglosajones-, ya que es el mejor día para meterse un rato en la cocina e ir planificando. “Obligarse” a cocinar esta jornada por la tarde además ayuda a combatir esa pereza y apatía tan típicas de los domingos, y tampoco es un gran trabajo.
Cuando lo que quiero es obtener puré de calabaza para hornear, aso varios ejemplares sin pelar, solo cortándolas por la mitad y sin semillas. Pero como la idea de hoy es aprovechar la calabaza para muchas recetas diferentes, seguiremos otro método que nos dará más juego.
Lo primero es pelar la calabaza lavada. Para ello lo mejor es usar un pelaverduras que retire la piel fácilmente sin llevarse la preciada carne interior. Cortamos también los extremos y abrimos la calabaza por la mitad, longitudinalmente. Utilizad un buen cuchillo para que sea más sencillo.
Ahora sacamos las semillas con los filamentos, que pondremos en un colador para usar después. La calabaza la cortamos en cubos de tamaño medio, no muy pequeños, y la colocamos en una sola capa en una gran bandeja o fuente de horno. Precalentamos el horno a 190ºC y mientras vamos lavando las semillas bajo el chorro de agua.
Cuando tengamos las semillas limpias, separadas de los filamentos y restos de pulpa, las dejamos secar en papel de cocina. Después las colocamos en otra bandeja, salpimentamos y mezclamos con las especias que nos gusten, por ejemplo curry, comino o pimentón. También se pueden hacer dulces, con un poco de azúcar o miel, canela y jengibre.
Introducimos las dos bandejas en el horno y asamos unos 30 minutos, vigilando antes las semillas porque seguramente estén listas a los 20 minutos. Deben estar crujientes y doradas, y la calabaza tierna pero conservando su forma. Cuando se hayan enfriado, guardamos en recipientes herméticos, la calabaza en la nevera.
Lunes: crema de calabaza para la cena
El primer día de la semana no solemos estar para muchos trotes ni apetece complicarse con la cena al llegar a casa. Las cremas y purés son la solución ideal, y puede que las de calabaza sean nuestras favoritas del otoño.
Ahora que ya tenemos la calabaza cocinada nos ahorramos tener que cocerla. Podemos simplemente triturarla con caldo o agua, sazonar y añadir otros ingredientes al gusto. Otra opción es cocer otros vegetales aparte, por ejemplo puerro, patata y zanahoria, y añadir al final la calabaza antes de triturar.
La crema de calabaza asada sorprende por los diferentes matices de sabor que adquiere el plato en comparación con el método tradicional de la cocción en olla. Si queda muy fuerte, podemos suavizarla con un poco de leche, nata ligera o alternativa vegetal. La crema de avena me gusta mucho en estos casos.
Martes: calabaza con legumbres para el tupper
Para el martes podemos preparar un plato saludable de legumbres perfecto para llevar el tupper al trabajo, o a donde sea. Si el frío aprieta apetecerá más un plato de cuchara más contundente, como los garbanzos con chorizo a la sidra y calabaza, o un vegetariano guiso murciano de trigo y garbanzos.
Claro que es más fácil improvisar un plato para llevar si tenemos legumbres ya cocidas. Caseras o en conserva, vienen muy bien para juntarlas con una porción de nuestra calabaza ya lista, algún que otro ingrediente más y especias y aliño al gusto. Podéis inspiraros con esta calabaza con garbanzos y aliño de yogur y tahini o esta ensalada de lentejas con calabaza y queso de cabra.
Miércoles: hora de merendar
Solo ha pasado la mitad de la semana y se nos hace cuesta arriba: es hora de darse un capricho para coger nuevas energías. No es que tengamos que merendar a diario, pero tomarse un respiro para desconectar a media tarde nos sentará de maravilla de vez en cuando. Puede ser también una buena excusa para invitar a casa a algún amigo, o sentarse a ver esa serie o película que siempre parece que se te escapa.
Para no complicarnos mucho pero sin renunciar a algo especial y original, podemos preparar el otoñal pumpkin spice latte o café con leche de calabaza especiado. Solo hay que triturar una porción de nuestra calabaza y mezclarla con la bebida recién hecha, bien especiada. La nata montada es opcional pero... para qué engañarnos, demasiado tentadora. Una pequeña cantidad sin endulzar tampoco nos hará daño, siempre que no sea una costumbre diaria.
Jueves: verdura y guarnición
Con el fin de semana ya a la vista, hoy podemos dedicar la calabaza a darle algo más de gracia a una sencilla guarnición. Para comer en casa o de nuevo para llevar, o quizá para la cena, la calabaza ya asada nos lo pone facilísimo para montar una guarnición de carne, pescado o un plato vegetariano.
Por ejemplo, combinándola con kale o col rizada y frutos secos tendremos un plato muy saludable y que sorprenderá a más de uno por la mezcla de ingredientes. Si no queréis encender el horno se puede hacer en la sartén, simplemente salteando todo junto para que la col pierda su dureza.
Como alternativa más energética y saciante, tenemos una receta de mijo tostado con calabaza que podría cambiarse por cuscús, arroz o quinoa. Si ya tenéis el grano cocido apenas tardaréis dos minutos en montar el plato.
Viernes: dulce para terminar la semana
El viernes pone fin a la semana laboral y en otoño apetece quedarse en casa a encender el horno para preparar algún dulce que disfrutaremos el fin de semana. O quizá hemos organizado una excursión o alguna escapada, o tendremos invitados en casa para la merienda o el postre; cualquier excusa es buena para sacar el lado más goloso de la calabaza.
Pensando en un desayuno goloso pero sin complicaciones, podemos hacer unas magdalenas de calabaza que olerán a gloria al salir del horno. Ya nos ahorramos el paso de cocer la calabaza, así que el resto está tirado. Más dulzona es la tarta de queso y calabaza, ideal para poner el broche a una comida familiar o con amigos. Le viene bien el reposo, así que estará en su punto al día siguiente.
Sábado: comida para disfrutar sin prisas en buena compañía
A estas alturas nos quedará poca calabaza en la nevera, pero todavía podemos darle salida con alguna receta perfecta para un sábado hogareño. Como tenemos más tiempo -en teoría-, nada de prisa y apetece disfrutar en la mesa, podemos hacer pizza casera, empanada o una coca. Son masas muy agradecidas que requieren invertir algo más de tiempo, pero merecen mucho la pena.
Dependiendo de la calabaza que nos haya sobrado podemos convertirla más o menos en protagonista de los rellenos. En el caso de la pizza y la coca será sufiente con echarla por encima en los últimos minutos de horno. Podéis usar vuestras recetas preferidas o probar esta deliciosa coca salada de calabaza con masa de aceite.
Y que no se os olvide de aprovechar las semillas crujientes que preparamos el primer día; simplemente como snack para picotear son adictivas. A mí también me gusta utilizarlas como toppings en sopas, cremas, ensaladas o mezcladas con yogur, cereales y fruta.
Está claro que una sola calabaza puede dar mucho de sí en recetas diferentes que nos ayudarán toda la semana. ¿Demasiada calabacitis? Bueno, tampoco hay que cumplir el plan semanal completo, pero merece la pena aprovechar un buen ejemplar de calabaza para cocinarlo de una vez y sacarle el máximo partido en la cocina.
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