Es muy probable que en Navidad todos tengamos algún loncheado de jamón en la nevera. Puede ser 100% ibérico, puede ser de cebo ibérico o simplemente puede ser un jamón serrano, pero lo que todos estos jamones tienen en común es que cuando nos los comemos fríos no valen casi nada.
Sin embargo, es muy probable que el ansia nos pueda y pretendamos meter mano al jamón recién sacado de la nevera y de esos sobres son los que vienen envasados al vacío y comprobamos que la experiencia no es exactamente igual a como sería después de atemperar correctamente el jamón.
La mayoría de los fabricantes dan un margen de unos 10 o 15 minutos de apertura previa del jamón para poder consumirlo con total satisfacción, pero si somos tan ansias que no podemos respirar ni esos 15 minutos o, tenemos prisa por alguna celebración o por intentar montar demasiados platos a la vez, hay una solución mucho más práctica para que el jamón esté en su punto sin que nos compliquemos ni tengamos que esperar.
Para todos aquellos gumias que no se pueden resistir a comerse el jamón según abran la nevera, tenemos dos buenos trucos para que la sensación de carta sea lo más parecida a la realidad.
Como podéis interpretar, la solución nunca va a pasar por someter al jamón directamente al calor del microondas o de alguna sartén. Pero, sin embargo, podemos tener algún recurso donde el calor externo nos vaya a venir de maravilla para conseguir que esa grasita se funda ligeramente y la sensación de comer buen jamón sea lo más placentera posible.
Como nota adicional, os recordamos que generalmente los cortadores de jamón prefieren temperaturas ambiente que estén entre los 22º y 25°, que son las óptimas para que el jamón se funda poquito a poco y podemos disfrutar de ese veteado y de esa grasa infiltrada sin problemas.
Es bastante posible que en casa sea esto una auténtica quimera, sobre todo en invierno donde las cocinas rara vez van a estar a 20 o 25°, por eso también cuando saquemos nuestros loncheados de la nevera tenemos dos caminos muy fáciles para conseguir que están en su punto sin esfuerzo.
La primera solución es que calentemos ligeramente un plato de cerámica con unas gotas de agua en el microondas. Ese agua va a permitir que el plato coja temperatura y que luego sobre él podamos montar nuestro loncheado. Esto apenas nos va a llevar un minuto o minuto y medio y vamos a conseguir que el calor del plato se traslada el jamón, deshaciéndolo ligeramente.
El otro remedio, que muchos fabricantes también mencionan en sus propios loncheados, está en que pongamos durante unos 20 o 25 segundos el sobre de jamón (siempre cerrado) bajo el chorro de agua caliente de grifo a una temperatura que podamos considerar tibia. No debe estar fría, pero tampoco debe estar abrasando, porque no queremos que esa grasa del jamón se funda demasiado rápido y perdamos su sabor.
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Con este par de soluciones vais a conseguir que vuestro jamón esté listo para comerse recién sacado de la nevera y poder disfrutar de él en apenas un minuto o minuto y medio sin tener que esperar un cuarto de hora que se atempere en condiciones. Una solución perfecta para los ansias y los que vengan con hambre; o los que tengan que montar una mesa de Navidad para un montón de gente y no tengan que complicarse la vida con el tiempo.
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