Los cacahuetes no son frutos secos, los guisantes no son verduras y los tomates no son hortalizas; los vegetales están llenos de contradicciones y curiosidades cuando distinguimos la ciencia de la alimentación, y eso nos lleva también a las frutas, con la más popular de las bayas, la fresa o fresón. Un inocente manjar que esconde más de una sorpresa.
Para empezar, no es una baya, aunque las metamos en el saco de arándanos, frambuesas, moras o grosellas. Y eso que incluyen el término en idiomas como inglés (strawberry) o alemán (erdbeere). Pero es que tampoco es una fruta, y por supuesto tampoco una verdura, como sucede al revés en el caso del tomate. La fresa, tal y como la concebimos y consideramos, es una infrutescencia, igual que los higos o la piña.
Qué son las falsas semillas de la fresa
Esos puntitos que recorren el cuerpo de la jugosa fresa y que los más tiquismiquis rechazan en preparaciones como mermelada, helado o batido, los llamamos erróneamente semillas. Tiene lógica porque es el aspecto que tienen, y no solemos ver casos similares en la frutería. Los productos más típicos como una manzana, una pera o un melocotón ofrecen una piel lisa con las semillas dentro. Pero la fresa parece lucirlas por fuera.
Y es un error común, ya que esos puntitos son, atención, la fruta en sí misma. Botánicamente hablando, claro: las fresas son un falso fruto.
Si una fruta o fruto, digamos, corriente, se forma tras la fecundación del óvulo de las flores de una determinada planta, en una infrutescencia se produce la fecundación de una inflorescencia compacta. Y en el caso de la fresa se da la particularidad de que se desarrolla un gran receptáculo carnoso. Sobre este receptáculo, el cual consideramos la fresa comestible, se distribuyen los frutos diminutos.
Así, las falsas semillas que encontramos en el interior de los higos también son el fruto en sí, con la diferencia de que aparecen dentro del receptáculo, y protegidos por la piel, ese saco que originalmente protegía la flor de la higuera.
La parte carnosa de la fresa no es una fruta, sino el receptáculo de los frutos
Poniéndonos más técnicos con el lenguaje científico, la fresa es una fruta agregada y esos esos puntitos son frutos denominados aquenios. Cuando la flor es fecundada, en lugar de desarrollarse el fruto lo que se produce es un engrosamiento del tallo, el receptáculo que acoge los aquenios, en cuyo interior están las semillas.
De este modo, lo que nos resulta tan sabroso y jugoso es el receptáculo, no el fruto. Y botánicamente tampoco es una baya, porque las bayas son frutos con muchas semillas en su interior. Pero ya hemos dicho que cada aquenio solo contiene una semilla individual dentro, por tanto, la fresa no es una baya. Y tampoco lo son las moras o las frambuesas.
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Fotos | jcomp
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