La congelación puede mejorar los nutrientes de algunos alimentos, especialmente los vegetales crudos
La sección de congelados del súper es un terreno minado por el que hay que andar con mil ojos. Hábitat natural de multitud de ultraprocesados a evitar, comida rápida precocinada, helados y postres, también acoge, sim embargo, muchos productos saludables que incluso nos pueden ayudar a ahorrar.
Hay que desterrar esos mitos que aún colean sobre las frutas y verduras congeladas; son tan o incluso más saludables que frescas. Si se han recolectado en temporada y congelado correctamente cuanto antes, sin romper la cadena de frío, su calidad nutricional permanece intacta y puede llegar a superarla, ya que se ralentiza el proceso de deterioro y pérdida de nutrientes.
Solemos decir que no hay nada como el alimento fresco, de temporada, en su punto óptimo, casi del mar o la huerta a la mesa. Claro que esa inmediatez a menudo es una utopía irreal, especialmente en el mundo vegetal. Un pescado fresco no tiene más remedio que venderse cuanto antes desde que sale de la lonja; unas fresas, cerezas o tomates pueden pasarse días viajando o en un lineal hasta llegar a nuestra casa.
Es ahí cuando los congelados juegan un papel crucial, pudiendo adquirir alimentos que fueron congelados en el lugar y momento de su recolección, y permitiéndonos conservarlos en casa durante muchas semanas antes de que se estropeen y tengamos que tirarlos.
Hay un caso en concreto, además, de fruta que gana muchísimo más en su versión congelada. O mejor dicho, ultracongelada.
Arándanos congelados y otros frutos rojos
Los arándanos azules son de los pocos productos que casi, casi podríamos denominar como un superalimento. Muy bajos en calorías pero llenísimos de nutrientes y beneficios, por algo son una de las frutas favoritas de nutricionistas, médicos y expertos en salud, con propiedades comprobadas por la ciencia y que comparten, grosso modo, con los demás frutos rojos, bayas o frutos del bosque.
Ahora bien, ¿es mejor consumirlos frescos o congelados? Pues depende. Ambas opciones son válidas, pero si lo que queremos es aprovechar al máximo esas propiedades, es mejor comprar arándanos congelados.
Lo explica bien el médico y comunicador británico Karan Rajan en uno de sus vídeos divulgativos. Al someterse a la ultracongelación, estas bayas retienen mejor sus vitaminas antioxidantes y compuestos como los polifenoles. El proceso casi detiene la pérdida de nutrientes -en realidad la ralentiza-, una pérdida mucho más acelerada en el producto fresco, que se precipita cuantos más días y cambios de temperatura sufre el alimento.
Además, esos polifenoles y otros compuestos como las antocianinas incluso mejoran su biodisponibilidad al congelarse, porque la estructura del alimento se modifica haciendo que sean más accesibles para el organismo que aprovecha mucho mejor sus nutrientes.
En resumidas cuentas: los arándanos congelados del supermercado mantienen más nutrientes que los frescos y nuestro organismo los asimila mejor. Ahora bien, eso no quiere decir que la fruta al natural no sea muy saludable y beneficiosa; si nos gusta más que congelada, podemos seguir disfrutándola sin problemas.
Porque es el único inconveniente de los congelados, que modifican su textura y aspecto original. Los arándanos congelados pueden ser una buena opción para preparar un smoothie, batidos, compota, un budín, helados y polos saludables, para tomar con yogur, porridge o gachas, o elaborar salsas y similares.
Imágenes |Freepik/wirestock - bearfotos
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