Lejos quedan ya los días en los que conseguir jengibre fresco era misión casi imposible. Convertido ya en un ingrediente común y presente en cualquier supermercado o frutería, esta raíz, imprescindible de la cocina asiática, se ha ganado un hueco como básico de nuestra despensa. Si queremos sacarle el máximo partido hay algunos trucos para pelarlo con facilidad y evitar que se estropee antes de tiempo.
Como recomendación general, si es posible, aconsejamos comprarlo a granel en piezas sueltas, evitando las bandejas o packs envasados que muchas cadenas ofrecen bajo una supuesta comodidad. Es raro que necesitemos gastar cuatro o cinco raíces de golpe o en pocos días, y no es un producto que dure eternamente.
Además, ahorraremos envases innecesarios y podemos coger la pieza que más se ajuste a nuestro gusto sin tener que meterla en una bolsa. En la caja o sección correspondiente de la tienda nos lo pesarán sin más, poniendo la etiqueta en el propio jengibre. Un plástico menos.
Cómo pelar fácilmente el jengibre
La piel es comestible, pero poco agradable y con escaso interés gastronómico. Para retirarla sin esfuerzo solo necesitamos un pelaverduras corriente, que sea de calidad, y aplicarlo como haríamos con unas patatas o una zanahoria. Puedes usar el que más cómodo te resulte, de tipo vertical recto o en forma de Y.
No te obsesiones procurando que salga toda la piel de una sentada, pues el jegibre es irregular y tiene multitud de recovecos, curvas y hendiduras. Simplemente pela la parte más visible, y luego coge una cucharilla fina. Raspa con ella los trozos de piel que hayan quedado, sin apretar demasiado, y verás cómo salen fácilmente.
Trucos para cortarlo
Este aromático rizoma presenta otra particularidad que puede complicarnos la vida en la cocina: las fibras duras de su carne. Evitarlas es también sencillo, pues solo tenemos que cortarlo tal y como haríamos con un filete de ternera o un lomo de salmón, en dirección contraria.
Esas fibras leñosas atraviesan el jengibre a lo largo, por lo que solo tendrás que cortarlo atravesándolas, transversalmente. Obtendrás láminas más o menos redondeadas que saldrán con facilidad, si tu cuchillo está afilado, y que luego podrás picar o cortar en bastones finos.
En el caso de buscar bastones más largos, si realmente es necesario, no intentes cortar el jengibre a lo largo; inténtalo mejor en diagonal. Además, te será más fácil pelarlo y cortarlo si empiezas separando con las manos cada porción saliente en las que pueda estar dividida cada unidad.
Cómo conservarlo más tiempo
Guarda siempre el jengibre fresco en la nevera, en la parte menos fría o en el cajón específico para productos vegetales, lejos de alimentos que emitan etileno (manzanas, aguacates, mangos, melón, tomates), sin envoltorios plásticos y dejado que transpiren, sin acumular humedad.
A la hora de cocinar, corta solo el jengibre que necesites y deja el resto conservando la piel. La parte expuesta probablemente se secará y tendrás que cortarla la próxima vez, pero así aguantará mejor más días. Si necesitas rallarlo, puedes hacerlo directamente sin partir el rizoma.
Pero en el caso de tener demasiado jengibre o si no vas a usarlo en dos o tres semanas, es mejor congelarlo para que no se estropee. Separa todos los rizonas en bulbos individuales, pélalos, córtalos en trozos transversales y tritúralos con un procesador de alimentos, batidora potente o robot.
Cuando tengas una pasta homogénea, congélala en bolsitas herméticas o, mejor aún, en una cubitera de silicona. Una vez solidificado en cubitos, desmóldalos, introdúcelos en una bolsa de congelación, bien cerrada sin aire, y devuélvelos al congelador. Así tendrás a mano pequeñas porciones de jengibre fresco listo para usar durante meses.
Fotos | Vegan Baking - Marcho Verch - Unsplash
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