El dicharachero cocinero defiende un ingrediente tan humilde y común como el ajo recordando cómo debemos conservarlo en casa
Cómo se conserva el ajo puede parecer lo más obvio del mundo -que se lo pregunten a nuestras abuelas-, pero nadie nace enseñado y hoy las nuevas generaciones no heredan el bagaje culinario familiar como ocurría casi de forma natural en otros tiempos. Por mucho que la nevera sea un grandísimo invento, no todo hay que guardarlo dentro.
El cocinero David de Jorge, más conocido como Robinfood, nos recuerda de vez en cuando conceptos básicos de la cocina tradicional que van más allá de sus suculentas recetas. “Menuda plaga, todo Cristo metiendo el ajo en la nevera, y ¡no!”, comenzaba uno de sus últimos vídeos divulgativos en Instagram.
No solo es que no sea necesario y estaríamos ocupando un valioso espacio para otros alimentos, es que puede ser contraproducente. Además de transferir olores a todo el frigorífico afectando a los demás productos que haya cerca, el ajo, como la cebolla, puede germinar si se guarda en frío, y se pierden sus valiosos compuestos aromáticos, echándose a perder más rápido. Todo lo contrario que buscamos.
¿Dónde guardarlo entonces? El ejemplo que el chef vasco nos pone para ilustrar cómo debe ser el lugar de conservación más adecuado para las cabezas de ajo es “en ese sitio en el que guardas la paga extra extraordinaria para que no la pille tu marido”. Obviamente es una broma, en el estilo habitual y particular que siempre tiene de Jorge, pero sirve perfectamente para hacernos una idea exacta.
Los ajos se conservan a temperatura ambiente, en un lugar oscuro, protegido de la luz, aireado y, puntualiza, “sobre todo sin humedad”. Además, nos recomienda mantener las cabezas enteras, sin soltarlas para separar los dientes de ajo solo cuando los vayamos necesitando.
Eso sí, conviene sacar esas cabezas de las redes en las que hoy en día se suelen vender en los comercios, si no las compramos de forma individual, y sin otros alimentos para que no se interfieran entre sí y el ajo no traspase su potente aroma.
Si conseguimos encontrar las cada vez más escasas ristras de ajos, como se compraban antiguamente en colmados y mercados, lo suyo sería mantenerlas colgadas pero respetando las mismas reglas: en un lugar seco, aireado, lejos de la luz directa, de fuentes de calor y de las heladas, como las tradicionales viejas despensas o fresqueras.
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Imagen | Penguin Random House
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