Quienes no nos llevamos muy bien con la visualización de cantidades al peso o volumen, la compra de alimentos por unidades supone un alivio mental. Muchos aún no tenemos claro qué es el famoso "cuarto y mitad", pero sí cuántos huevos hay en una docena. Por desgracia, la realidad no siempre responde a la lógica matemática. Porque, a veces, una docena son trece. Y nadie se extraña.
Ocurre así al menos en ciertos países anglosajones donde la expresión baker's dozen está a la orden día, normalizada hasta el punto de que incluso existen marcas comerciales y negocios con este nombre. Traducido algo así como 'la docena del panadero', es una curiosidad gastronómica tan habitual que incluso no se tiene del todo claro su origen, pues al parecer nos lleva hasta la época medieval.
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También llamada "docena del diablo" o "docena larga", la baker's dozen es una medida no oficial de trece unidades que se ha quedado como costumbre popular y reclamo comercial a la hora de ofrecer al consumidor o cliente la venta de un grupo de productos, normalmente de panadería o pastelería.
Según recogen hoy diversas fuentes, como el Diccionario de Oxford o la Enciclopedia Británica, la expresión proviene de la Inglaterra medieval, cuando los panaderos tenían que tener mucho cuidado a la hora de cumplir a rajatabla la legislación a la hora de vender sus productos. Las consecuencias de ser cazados por las autoridades no compensaba con los potenciales beneficios de engañar al cliente o jugársela con triquiñuelas.
En aquellos tiempos el trigo y otros cereales jugaban aún un papel esencial en la alimentación de la gran mayoría de la sociedad, y los productos de panadería eran alimentos básicos. Así, el precio del trigo se vinculaba con el del pan, por lo que se consideraba un delito muy grave cobrar de más por menos peso. La reduflación por entonces ni se contemplaba.
Tanto era así que, si una hogaza o una serie de bollos no cumplían con el peso establecido, el panadero o pastelero podía enfrentarse a graves multas, castigos físicos o prisión. Pero claro, la panadería artesanal no es una ciencia exacta, y las masas no salen siempre con el mismo tamaño o peso total. Así que, para evitar riesgos, comenzaron a añadir cantidades de más y así asegurarse de que no se quedaban cortos.
Según Britannica, muchos artesanos por entonces ni disponían de una rudimentaria balanza, por lo que incluso llegaron a convertir la docena de panes, galletas o bollos en catorce.
Esta práctica se repetiría a lo largo de los siglos, convirtiéndose ya en costumbre estandarizada y tradición popular. A finales del siglo XVI estaría ya establecida la expresión de a baker's dozen como un gesto hacia el comprador minorista, pues el cliente así sentía que salía beneficiado de la operación.
La falsa docena llegó también a tierras americanas con la inmigración europea, extendiéndose su uso por gran parte de Estados Unidos. En Tejas existe el regionalismo específico en el que corresponde a quince, y además es frecuente encontrarlo en cualquier grupo de objetos susceptibles de ser contabilizados, tanto alimentos como flores, materiales, etc.
Actualmente se puede encontrar aún esta medida en la carta de panaderías y pastelerías británicas o estadounidenses, incluso no es rara en otros países como Canadá, donde es conocida una cadena de dónuts con este nombre. También las grandes multinacionales lo aplican a su packaging industrial, siendo muy común en la venta de dónuts, bagels, muffins, cupcakes, galletas, scones o panecillos tipo biscuits.
La pieza extra se conoce como vantage loaf (ventajosa) y si pides media baker's dozen recibes siete unidades, no seis.
Baker's Dozen
Fotos | Elisheva Gohar - Mike Finn - peoplecreations - Anastasiia Chepinska
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