La pechuga de pollo es una de las carnes más populares por su alto contenido en proteínas pero poca grasa y calorías, lo que la convierte en una candidata a ser una suela de zapato sosa si no se prepara bien. Sea como sea, continúa siendo uno de los productos más consumidos en España y a pesar de ello sigue despertando dudas en los consumidores, como esas típicas líneas blancas que suelen atravesar las piezas.
Las encontramos en las pechugas completas, que en realidad son medias pechugas -una pechuga entera de cada pollo está formada por dos de esas unidades-, y también en los llamados solomillos de pollo, que son otra parte de la misma pieza. Están presentes tanto en las aves más genéricas de tono rosado, como en los pollos comercializados como camperos, alimentados con comida rica en carotenos que le dan ese típico color anaranjado.
Esas líneas no son de grasa
A diferencia de la falsa creencia que aún sigue coleando, esas líneas blancas no son de grasa. Se trata de tendones, una parte básica de la musculatura y las articulaciones de cualquier animal vertebrado, pero poco agradable desde el punto de vista gastronómico.
Los tendones son tejidos conjuntivos compuestos mayoritariamente de colágeno, que unen músculos y huesos. Su función principal es la de mantener unidos ambos elementos del organismo y transmitir la fuerza que generan los músculos para mover el hueso correspondiente, es decir, para que se puede producir el movimiento articular.
Debido a esa función, los tendones deben ser muy resistentes y duros, y por ello también son fibrosos, algo gelatinosos y elásticos, muy difíciles de romper o cortar.
Nutricionalmente apenas tienen relevancia y son perfectamente seguros para el consumo humano; el único inconveniente que presentan es su textura desagradable y dura precisamente a la hora de comerlo o de cortar la carne, cruda o cocinada. Y estéticamente no queda muy bonito, eso también es cierto, si somos especialmente tiquismiquis.
Cómo quitar los tendones del pollo
Ya hemos dicho que las líneas blancas del pollo son seguras, pero si nos empeñamos en retirarlas y somos mañosos podemos ayudarnos de un buen cuchillo afilado para cortar justo donde se conectan con la carne. Si no somos muy hábiles podemos acabar desperdiciando parte de las pechugas y creando un poco desastre. Secando la pechuga con papel de cocina y raspando en lugar de cortando puede ser más fácil.
Existe un truco muy compartido en redes que funciona mejor con los tendones más duros de los solomillos de pollo, que acostumbran a asomar en un extremo. Solo hay que sacar ligeramente esa punta, colocarla entre los dientes de un tenedor fino, sujetar el otro extremo con papel de cocina y tirar con firmeza.
Otros métodos caseros pasan por emplear unas pinzas de cocina pequeñas o tijeras de ave, aunque al final depende mucho de la maña que uno tenga. Antes de destrozar tus pechugas, cómelas sin miedo o retíralas ya en el plato después de cocinarlas.
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