Aunque a nuestro país no llegan tantas variedades, existen dececenas, sino cientos, de pastas italianas secas. En una España que bastante tiene con no liarse más allá de las recetas de macarrones o de espaguetis, hablar de más opciones suele quedarse en el mundo del fusilli, del rigatoni, del farfalle o del tallarín si nos referimos a pastas secas.
Luego llega el festín de pastas frescas y de pastas rellenas, generalmente todas con una parte de huevo, como son los fettucine, los tagliatelle, los pappardelle o los casos de ravioli y tortellini. En cualquier caso, las opciones son casi infinitas.
Sin embargo, hay una alternativa que cualquier italiano que se precie comprará para buscar pasta seca de calidad y no tiene que ver la forma, la marca o el lugar de elaboración. A priori tampoco los ingredientes, pues es habitual que todos los fabricantes presuman de una misma composición.
Al fin y al cabo no deja de ser pasta y esto significa que se hace con sémola de trigo duro molida, pero aún así hay un detalle que suele pasar inadvertido y que va a ser el responsable de que tu pasta sea mejor que nunca y, además, más interesante a nivel nutricional.
Luego da igual que la quieras preparar como pretendas, ya sea pasta al pesto o con una de las salsas más icónicas de la cocina italiana como es una salsa boloñesa, pero pronto vas a ver que hay factores que hacen más recomendables a unas pastas frente a otras.
Las tres claves para comprar la mejor pasta
Por ejemplo, se suele hablar de un factor de fiabilidad el tipo de secado de la pasta. Cuando una marca presume de secarse a bajas temperaturas eso significa que la pasta, generalmente, va a ser más dorada y también más resistente a la cocción, así que será perfecta para comer al dente.
También es muy habitual que las marcas saquen pecho de la trafilatura al bronzo (de la que ya te hablamos en otra ocasión en este reportaje sobre por qué la pasta trefilada en bronce es (casi siempre) la mejor), que es una técnica de fabricación que hace que la pasta sea también resistente a la cocción y que además sea un poco más rugosa, por lo que permitirá retener mejor la salsa en cuestión.
Sin embargo, lo más interesante para saber cuándo estamos ante una pasta de calidad no está solo en su método de elaboración, sino en su información nutricional. Por eso, conviene que demos la vuelta a nuestros espaguetis favoritos y veamos el contenido de proteínas que tienen.
Sí, has oído bien: proteínas, un factor que suele pasar desapercibido cuando hablamos de la pasta, pensando que solo va a ser un mundo de hidratos de carbono. Si el porcentaje de proteínas oscila entre un 12% y un 15% significa que la sémola de trigo que se utilizó para su fabricación es de buena calidad, pues ha utilizado más parte del corazón de la semilla del cereal, lo que además de hacerla más sabrosa también la hace más nutritiva.
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Además, al tener más proteínas, las pastas también sueltan más almidón en el agua de la cocción y, al mismo tiempo, son más resistentes a las altas temperaturas, por lo que son ideales para la pasta al dente y para que se empapen bien de la salsa que elijamos.
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