Siempre que pensamos en frutos secos se nos va la mente a una buena decena de productos que, como aperitivos o snacks, son maravillosos. Imposible no pensar en almendras, anacardos, avellanas, nueces, piñones o pistachos… ¿Pistachos? ¿Hemos dicho pistachos?
Pues sí, pero la realidad es que aunque los metamos dentro de la categoría de frutos secos tienen un nombre que sería más apropiado para ellos. O así lo explica la investigadora Helena González-Burón, de Big Van Ciencia en Twitter, donde utiliza su cuenta para hacer divulgación científica donde hoy ha tocado el turno a destripar al pistacho.
De hecho, lo primero que aclara sobre el pistacho es que su árbol ni se llama pistacho ni pistachero. Se llama alfóncigo y tiene es de aquí de donde se extraen los pistachos, que son el fruto del alfóncigo, que aparece en ramilletes en las ramas del árbol.
Lo que explica González-Burón es que realmente no nos comemos el fruto de este árbol de la familia de las anacardiáceas, sino que realmente es la semilla. Es decir, que si lo trasladásemos a otro tipo de frutas como las naranjas o las manzanas, lo que nos estaríamos comiendo es la pipa.
Se trata así de un fruto drupáceo —como sucede con el melocotón, por ejemplo— que esconde una almendra pequeña y verdosa, de sabor dulce, que es lo que llamamos pistacho. Del mismo modo, lo que consumimos de otros frutos secos también serían sus semillas, como pasa con las almendras o con las avellanas, que no dejan de ser las semillas de los almendros o de los avellanos.
Una realidad que, si nos vamos a la RAE, también tiene un matiz semántico que nos ayuda a identificar a los frutos secos, los que define como aquellos frutos con cáscara dura y que no tienen jugo.
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