El pescado fresco o congelado es uno de los alimentos más saludables que podemos sumar a nuestra dieta, pero también es de los que más rápidamente se deterioran. Nadie quiere tirar comida y menos cuando más suben los precios en este producto, pero es mejor prevenir que curar. Si el pescado que tienes en casa tiene un aspecto sospechoso, no merece la pena arriesgarse.
Siendo su hábitat natural el agua, salada o dulce, en el momento en el que sacamos a la superficie a los peces ya empieza a perder calidad. Lo hará primero poco a poco, acelerándose el proceso al morir el animal, y podremos alargar la conservación un tiempo determinado si se respeta la cadena de frío. Sin embargo, ya desde la cubierta del barco o al salir de la piscifactoría comienza a deteriorarse.
Las propias características del pescado y sus enzimas, más la acción del oxígeno, la luz y las bacterias, provocan que este se eche a perder. Es un alimento muy perecedero que siempre debe mantenerse en frío, bien tapado y aislado del exterior, preferiblemente en un recipiente limpio hermético, en la parte más fría de la nevera y sin entrar en contacto con líquidos u otros alimentos.
Cómo reconocer el pescado en mal estado
En primer lugar, haz memoria. ¿Cuándo se compró ese pescado? Si han pasado más de 48 horas, no conviene jugársela, pues las autoridades sanitarias y expertos en seguridad alimentaria recomiendan no alargar su conservación más allá de dos días. Si está expuesto al aire dentro del frigorífico, conserva las vísceras o hace mucho calor, peor aún.
Aunque estemos aún en el margen de tiempo seguro, incluso si se ha comprado ese mismo día, fíjate en los posibles signos que pueden alertar de su mal estado:
Un olor muy fuerte, desagradable incluso, que puede llegar a oler a putrefacción y amoníaco. No confundir con el olor salino marino del pescado de mar fresco, aunque el animal en sí mismo, recién capturado, no huele.
Escamas apagadas, que se caen solas, como mustias o muy secas.
Ojos hundidos, grises, sin color ni brillo.
La piel blanda y correosa es un claro signo de alerta. Y Si lo tenemos ya sin piel, una carne viscosa, gelatinosa, con muy poca firmeza y tersura, de color opaco, translúcido o grisáceo nos indican el mal estado.
Agallas de color pálido y apagado: un buen pescado fresco exhibe agallas de tonos rojos vivos. Si están marrones o grisáceas y se pegan, mala señal.
El color propio de la carne dependerá de cada especie, así que tenemos que tener en cuenta de qué pescado se trata, recordando que no todo el salmón debe ser de un naranja intenso. Pero coloraciones en tonos extraños como gris, marrón o verde, nos deben hacer sospechar.
Cómo actuar
Ante la duda, siempre es preferible evitar posibles males mayores, pues no merece la pena poner en riesgo la salud solo por no tirar unos filetes de merluza de aspecto extraño.
Evita intoxicaciones desechando el pescado, preferiblemente en un contenedor de orgánicos, en una bolsa bien cerrada, y limpia y desinfecta todas las superficies y herramientas que hayan entrado en contacto con el producto. No es mala idea usar guantes aptos para uso alimentario para manipular el pescado crudo, y trabajar siempre cuidando la contaminación cruzada.
Todo el pescado: Nuevas maneras de cocinar, comer y pensar (Cocina T)
Fotos | mdjaff - freepik
En DAP | Estos son los cinco pescados españoles con más presencia de anisakis
En DAP | Qué pescados contienen más mercurio y qué pasa en nuestro cuerpo si consumimos demasiado
Ver todos los comentarios en https://www.directoalpaladar.com
VER Comentarios