Volvemos a la infancia probando hoy en día la margarina de tres colores o crema holandesa

Cremtona apela a nuestra niñez con su margarina de sabores y demuestra por qué la nostalgia es traicionera

Si buscamos el término 'crema holandesa' lo más probable es que lleguemos a la receta de la salsa holandesa, una asociación de ideas razonable para la inteligencia limitada de cualquier buscador web. Pero en el fantasioso mundo de los alimentos ultraprocesados podemos encontrar en comercios seleccionados un invento difícil de calificar con ese apelativo, la llamada Cremtona, una crema grasa untable vegetal que quiere conectar con el niño que todos llevamos dentro.

Rememorar el pasado con nostalgia es algo común a todos los seres humanos, y no hay recuerdos nostálgicos más intensos que los de la infancia. Esos juguetes, dibujos animados, cómics, películas y modas que nos marcaron como generación, donde la comida y los productos comestibles ocupan un lugar especial en nuestra remembranza. Pero ay, qué traicionera es esa memoria.

Todos tenemos asociados a sentimientos, sensaciones y recuerdos algo confusos determinados sabores y aromas, hasta el punto de que pueden generarnos verdadera emoción solo con percibir el olor de ese guiso o aquel bizcocho que hacía nuestra abuela. Y más allá de la cocina casera familiar, están los productos que nos alimentaron, para bien o para mal, en nuestra tierna infancia y adolescencia.

Alimentando infancias con productos de dudosa calidad nutricional. (Fuente: El Retronostálgico)

Hoy tenemos más conciencia de los efectos perjudiciales que tienen en la salud los alimentos ultraprocesados y otros productos no saludables, como las golosinas, la bollería industrial, los cereales de desayuno, las chocolatinas o los zumos y refrescos, sobre todo en los más pequeños, y la propia industria trata de adaptar o camuflar sus productos en esta línea.

Pero hubo varias generaciones de niños y niñas que crecieron con productos que animaban a crecer fuertes con meriendas y desayunos muy energéticos, que básicamente querían decir a tope de azúcares y grasas, como el mítico bocadillo con media tableta de chocolate con leche dentro.

Qué es Cremtona, la crema holandesa de sabores

Como manda la legislación, la etiqueta debe indicar claramente qué es, y en eso no hay lugar a dudas: la Cremtona es una margarina 100 % vegetal, como el propio envase se esfuerza en destacar, insinuando que es un aspecto positivo, si bien solo puede ser interesante de cara al consumidor vegano, alérgico o intolerante a los lácteos.

El motivo por el que cuenta con el apellido de holandesa parece no tener sentido, al ser un producto fabricado en Cataluña, aunque intuimos que es pura estrategia de marketing. La margarina hace tiempo que ha perdido el fervor del público ante la mala fama -justificada-, de las grasas vegetales hidrogenadas, pero hasta fechas recientes se consideraba más sana que la manteca o incluso la mantequilla, y se alababa su bajo precio y versatilidad.

Aunque es un invento francés, la patente de su elaboración fue adquirida por la compañía neerlandesa Jurgens, hoy propiedad de Unilever, y todavía a día de hoy son numerosas las marcas y compañías de los Países Bajos que comercializan y distribuyen a gran escala esta grasa vegetal. En España aún se conoce como 'margarina holandesa', y no hay más que echar un vistazo a cualquier supermercado para comprobar que siguen muy presentes.

Cremtona, en definitiva, es una margarina elaborada con diversas grasas vegetales, endulzada con azúcares y saborizada y aromatizada en tres variedades: cacao, fresa y vainilla. Tres sabores y tres colores en un mismo envase, como la antigua Tulicrem o algunas mantequillas artesanales.

Ingredientes e información nutricional

Sin embargo, a diferencia del lácteo artesanal, Cremtona es un producto puramente industrial elaborado en el que solo encontramos la presencia de ingredientes naturales en uno de los sabores, el cacao, ya que la fresa y la vainilla se limitan a aromas y colorantes artificiales.

Como podíamos sospechar -ninguna sorpresa aquí- es un ultraprocesado muy rico en grasas de baja calidad (palma, soja, coco, colza, girasol, intuimos que refinados), con un altísimo contenido en azúcares. Su aporte de proteínas es irrisorio en comparación con una mantequilla, y tampoco cuenta con vitaminas o minerales añadidos. Esto podríamos decir que es un aspecto a su favor, ya que no quieren engañar a nadie. Si quieres vitaminas, come fruta, esto es un puro capricho dulce. Y apenas tiene sal, algo es algo.

Probando la crema de sabores

Sabiendo a lo que nos enfrentábamos, la perspectiva de catar esta crema era tentadora por la curiosidad y cierta nostalgia que aún despierta. La presentación del envase, con una tarrina de plástico de escasa calidad -todas las del supermercado presentaban alguna grieta en la tapa- y un diseño gráfico que se mueve entre lo retro naif y lo viejuno, casi inspira ternura. El ratón que nos presenta el producto genera más preguntas que ánimos a abrirlo, pero al final cae simpático.

Tras levantar la tapa secundaria de plástico que protege el producto y garantiza su seguridad, un fuerte aroma a cacao azucarado invade las fosas nasales. Vemos además perfectamente que el sabor chocolate ocupa mucho más espacio que sus hermanos, con la pobre supuesta fresa saliendo perdiendo. Si es una cuestión de costes o de que el consumidor prefiere el cacao, no lo sabemos.

El cacao se come a los demás sabores con un dulzor excesivo que empalaga

A los pocos minutos de su apertura a temperatura ambiente de una tarde de septiembre la textura sólida de la nevera se reblandece sin dificultad, empezando a adquirir consistencia muy blanda en los bordes y parte superior, casi como una tarrina de helado.

El cuchillo se desliza con facilidad, aunque mostrando una textura menos melosa cuando sigue fría que la que suelen mostrar las marginas de más calidad o una mantequilla más atemperada.  Una vez sobre la tostada crujiente, los tres sabores se extienden sin problemas, pero al pretender combinar los tres en la boca solo nos sabe a crema de cacao. De mala calidad. Y extremadamente dulce.

Solo probando la vainilla y la fresa por separado se intuyen sus pretendidos sabores de forma muy tenue, y con ese regusto a artificialidad que podemos encontrar en medicamentos infantiles, y en este caso cargados de azúcares industriales, que nunca saben igual al azúcar doméstico que podemos usar en la repostería casera. Al final, al combinar las tres variedades, el cacao ejerce su poder y tiñe a los demás, creando un aspecto de Nocilla de marca blanca menos espesa y con un aspecto casi plasticoso o de cera abrillantadora.

¿Merece la pena?

El veredicto de esta margarina de tres sabores dependerá del gusto personal, pero desde luego que no será en absoluto del agrado de los paladares menos acostumbrados a productos tan, tan dulces. Se nota además ese regustillo empalagoso de los dulces de baja calidad, que embriaga en exceso todos los sentidos, ocultando la escasa calidad de los demás ingredientes. Como esos helados malos que solo saben a dulce y no podrías adivinar el supuesto sabor original.

El cacao, como hemos dicho, se come a los demás, y si eres de los que has aprendido a disfrutar de chocolates menos dulces, más intensos y con auténtico sabor a cacao bien trabajado, esta crema será una decepción que agota el paladar al primer pequeño bocado. Cansa en su exceso dulce. Y la textura grasa, que tras un rato parece separar los aceites de los demás componentes, no ayuda a ofrecer un aspecto apetitoso.

Solo es apta para los muy nostálgicos con alta tolerancia al azúcar

Ahora bien, quien tuviera en su infancia y juventud de productos industriales como este, con meriendas y almuerzos en el cole que hoy nos parecerían burradas, probablemente disfrutará de la experiencia de volver a aquella época, aunque sea por esa nostalgia y el recuerdo de tiempos pasados. Si nos hacíamos bocadillos de mantequilla con azúcar e incluso había quien mezclaba margarina con ColaCao, por qué no iba a gustar la Cremtona de sabores.

Eso sí, no nos hacemos responsables de la posible decepción que genere enfrentarse ya con cierta edad a productos como estos. Cuántos Bollycaos, Panteras Rosas, Phoskitos y demás bollos de hoy decepcionan a adultos que se resisten a abandonar del todo esa niñez… Y es que no solo los ultraprocesados cambian su receta, también lo hacemos nosotros.

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