A casi nadie le gusta tirar cosas, al menos no las propias. Cuando has vivido varias mudanzas aprendes a perder ese absurdo apego a los objetos que no te sirven para nada, pero la rutina diaria nos lleva a acumular de todo en casa, también en la cocina. En DAP defendemos el reutilizar y reaprovechar siempre que sea posible, aunque de vez en cuando no queda más remedio que hacer de tripas corazón y sacar una bolsa de basura. O de reciclar, según corresponda.
No queremos ponernos a imitar a Marie Kondo -la gurú del orden que ya ni ella misma comulga con su método-; la idea que defendemos es hacer un lavado de cara a nuestra cocina y despensa simplemente desechando aquello que no es, ni será nunca, útil. Hay objetos, utensilios, productos e ingredientes que todos terminamos acumulando sin darnos cuenta, dificultando el mantener el orden y la limpieza. Solo ocupan sitio, acumulan suciedad y, en muchos casos, hacen daño a la vista.
Y no solo se trata de tirar lo que no se usa, también accesorios que seguimos empleando pero que deberíamos renovar. Utensilios y herramientas que en su decrepitud nos impiden cocinar con más soltura, e incluso podrían ser potencialmente peligrosos.
Cuchillos que no cortan
Viejos o no, los cuchillos de mala calidad que no cortan bien son la pesadilla de cualquier chef profesional, y también debería serlo a nivel doméstico. No hace falta dejarse un riñón en el mejor juego de cuchillos del mercado, pero merece la pena invertir un poco más en los utensilios de cocina imprescindibles del día a día, y en cuidarlos bien.
Cocinaremos mejor, más rápido y con mucha más seguridad si el cuchillo con el que pelamos, fileteamos, picamos, laminamos o troceamos es del tamaño adecuado, cómodo de manejas y está bien afilado, con la hoja intacta. Por eso también recomendamos lavar y secar los cuchillos siempre a mano.
Paños de cocina estropeados
Con la cantidad de paños de cocina bonitos y económicos que podemos conseguir hoy en día en infinidad de tiendas, reusar hasta la eternidad aquellos que están amarillentos, con manchas que ya no saltan, tienen agujeros o quemaduras, es un poco un crimen.
También los hay que se pasan de precio y que solo solemos usarlos para secar, manipular fuentes o utensilios calientes, incluso como mantel individual o para decorar la cocina para que no se manchen, pero si son trapos de batalla culinaria no merece la pena alargar la agonía de los más machacados. Estamos a favor de lavarlos y reutilizarlos todas las veces que podamos, pero eso sí, con un límite.
Estropajos, bayetas y trapos a punto de crear vida
Aquí ya no es cuestión de estética, sino de salud e higiene. Las bayetas y estropajos que empleamos a diario para fregar, secar líquidos que salpican, lavar la encimera o el fregadero... pueden ser hogar de bacterias y otros microorganismos potencialmente peligrosos.
Lo ideal es llevar con ellos un mantenimiento constante, desinfectándolos y secándolos siempre que podamos -el microondas no sirve de mucho, solo la lejía y productos afines-, hasta que lleguen casi al límite de la salubridad. No queremos que desarrollen el desagradable biofilm, fuente de microorganismos patógenos. Cuando se forma esa película, ya no hay solución: a la basura.
Mantelería viejuna
Muchos guardamos como oro en paño manteles y servilletas heredados de la familia, quizá incluso bordados a mano, pero más allá del componente nostálgico no tiene sentido guardar manteles viejos que estén amarillentos o dañados.
A nadie le resulta agradable poner una mesa con mantener feos o estropeados, y mucho menos si hay invitados. Guarda solo los que tengan verdadero valor sentimental, y desecha o renueva los demás. La vida ya puede ser suficientemente fea por sí misma como para torturarnos con manteles horribles.
Tápers viejos, dañados o sin tapa
Depende un poco del fabricante y del material, pues algunos como los míticos de Tupperware parecen sobrevivir sin problemas a las generaciones en una misma familia. Sin embargo, no es raro que tengamos en casa rondando algún recipiente que ya no cierra bien, con manchas que no saltan, rayones, olores extraños o huérfanos de tapaderas. También los táper tienen fecha de caducidad.
¿Para qué complicarnos con un táper que no cumple bien su función? Lo mejor es tirarlo -o reciclarlo- y, si nos hace falta reponerlo, comprar nuevos, de buena calidad y con todas las garantías de seguridad alimentaria. Y procura mantenerlos ordenados, con sus tapas siempre cerca y bien emparejadas.
La vajilla llena de grietas y desconches
Es un caso similar al textil de cocina viejo; si tus platos o tazas están dañados, llenos de las cicatrices que deja el uso diario con grietas, desconches y otras marcas, hazte un favor y cámbiala. Suele ocurrir con las vajillas completas más baratas, como la típica de Ikea que tantos novatos precarios hemos comprado -erróneamente-. Se dañan con el mínimo golpe y dan un aspecto muy pobre a la mesa.
Tampoco se trata de comprar una vajilla de porcelana pintada a mano, pero hay colecciones bien apañadas de precio que serán más resistentes y agradables de usar. O puedes ir sustituyendo las piezas rotas por unidades sueltas al gusto; lo ecléctico tampoco está mal, si se lleva con estilo.
Especias mayores de edad
La arqueología especiera suele ser tema humorístico recurrente en las redes sociales. Parece hasta casi inevitable, como si todos los armarios o cajones especieros tuvieran un portal del tiempo donde aparecen ejemplares más que caducados.
Cierto: las especias no caducan, pero tampoco es recomendable acumularlas durante años y años. Podrían albergar pequeños insectos que hayan encontrado un hogar en su aromático interior, pero lo peor es que pierden todo su sentido, es decir, su aroma. Cuanto antes gastes una especia, mejor; si todavía tiene el precio marcado en pesetas, sube una foto a tus redes por las risas y luego, por favor, tírala.
Alimentos caducados
Las especias no caducarán, pero hay otros alimentos que solemos tener en la despensa, nevera o congelador que sí. En algunos casos la fecha es de consumo preferente, aunque estamos en las mismas: hay un límite razonable.
Salsas, aceites, vinagres, pastas y cereales, galletas, snacks, congelados, bebidas, encurtidos, conservas y semiconservas... revisa las fechas de caducidad de todo y tira lo que lleve ahí meses o años olvidado.
Sobrecitos de salsas
Kétchup, mayonesa, mostaza, vinagretas, salsa de soja... los pequeños sobres que suelen dar en restaurantes y cadenas de comida rápida para acompañar platos como hamburguesas, patatas fritas, sushi o ensaladas, también en los pedidos a domicilio, tienden a acumularse absurdamente en los cajones.
Ya sea porque nos los llevamos a propósito o porque no usamos los que nos envían, solemos guardarlos "por si acaso". Pero, sorpresa: también caducan. Tampoco tiene mucho sentido atesorarlos hasta que el plástico se empieza a desintegrar por sí mismo causando estropicios pringosos. Si no los usamos a los pocos días, mejor tirarlos.
Abridores infinitos
Los abridores de botellas son un accesorio promocional muy típico que todavía inundan las bolsas de regalo y cortesía en ferias y eventos, a los que habría que sumar sacacorchos, abrelatas y similares.
No es raro que acabemos teniendo ejemplares de más porque nos los regalan o porque los perdemos de vista y compramos varios que luego se reúnen en el mismo cajón. Toca hacer inventario, seleccionar los de mejor calidad y despedir al resto.
Botes, tarros y botellas que nunca llegaste a reutilizar
La moda del DIY que se desató hace unos años nos devolvió el espíritu de nuestras madres y abuelas por reutilizar tarros y botellas de vidrio en casa. El problema es que podemos acumular demasiados sin llegar a usarlos nunca.
Recuerda que para poder usar un bote con seguridad si queremos esterilizar y conservar a largo plazo un alimento preparado, como mermeladas o encurtidos, la tapa debe estar intacta, sin abolladuras ni óxido, y cerrar herméticamente. De lo contrario, nos pueden servir para guardar elementos secos o para algún proyecto decorativo. Pero plantéate si de verdad los vas a usar, o recíclalos.
Bolsas de plástico moribundas
Desde que empezaron a cobrar por las bolsas de plástico en los comercios somos más meticulosos con su reutilización en casa. Desaparecidas las de un solo uso, nos empeñamos en mantener con vida las bolsas más viejas, sucias, arrugadísimas y con peligrosos agujeros que podrían acabar en tragedia haciendo la compra en cualquier momento.
Recicla para siempre esas bolsas que piden la eutanasia y conserva solo las de mejor calidad y materiales resistentes, procurando además mantenerlas en buen estado.
Tote bags o la invasión de las bolsas de tela
A raíz de limitar las de plástico, las conocidas como tote bags o bolsas de tela han vivido estos años su época dorada con multitud de modelos promocionales y regalos por parte de tiendas, empresas y marcas de todo tipo y condición. Por no hablar de las que compramos porque nos gusta el diseño, o las que llegan por regalo. Llegó el momento de cerrar el grifo.
Quédate con las unidades que realmente uses, las más resistentes, bonitas o prácticas, y regala o recicla las demás. Recuerda que hay que lavarlas regularmente, o podrían ser foco de intoxicaciones alimentarias.
Utensilios que jamás usas
Abre cajones y armarios y saca todos los cachivaches que encuentres. Además de aprovechar para limpiar, sincérate y separa todo aquello que no hayas usado en meses o años; no nos extrañaría que encuentres objetos que ni recuerdes para qué son.
Si no tienen utilidad, no merecen espacio en casa.
Pequeños aparatos condenados al armario
En un caso similar a los utensilios, los pequeños electrodomésticos y aparatos como una picadora, un exprimidor, pequeños robots, un cortador de fiambre o carne, una raclette, una máquina de cupcakes o un palomitero... son muy susceptibles de estar condenados al desuso.
Puede que lo compraras en un arrebato optimista, o que fuera el típico regalo que cae cuando no saben qué obsequiarte, pero si tienes que hacer un esfuerzo sobrehumano por usarlo a propósito, búscale otro hogar. Si funciona bien seguro que puedes regalarlo, donarlo o aunque sea venderlo de segunda mano. Cualquier cosa menos estar acumulando telarañas y robando hueco.
Piezas, recambios y objetos desparejados
Los anglosajones llaman junk drawer al típico cajón en el que guardamos todo lo que no tiene un lugar muy claro. Ahí cabe de todo: pilas, cerillas, tiritas, cinta adhesiva, tarjetas de visita, pequeñas herramientas, manuales de instrucciones, cables, tijeras, clips, bolígrafos, etc.
No viene mal vaciarlo, ordenarlo y tirar lo que no tenga sentido guardar. Piezas mecánicas o electrónicas que ni se sabe de dónde son, recambios de aparatos que ya tiramos hace tiempo, accesorios sin pareja condenados a una vida solitaria... A la basura con ello.
La huevera de la nevera
Este último objeto lo recomendamos tirar de forma preventiva: si no existe, no se usa. Hemos repetido muchas veces que los huevos no se deben guardar en la puerta de la nevera, y que las hueveras de plástico que estas suelen incluir no son el envase más recomendado para ellos.
Lo mejor es dejar la puerta para salsas y bebidas, y mantener los huevos en el propio envase con el que se comercializan, en la balda superior y alejados de olores fuertes. Los cambios de temperatura no les sientan bien, y la huevera de cartón, al transpirar, los conserva mejor que el plástico o la cerámica.
Fotos | chandlervid85 - Freepik - KamranAydinov - pvproductions - Annisa Ica - Marco Verch
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