Cómo limpiar tu fregona para no tener que cambiarla cada mes

Este útil de cocina tan práctico está en la primera línea de guerra con la suciedad y, evidentemente, acumula de todo menos brillo

Malas noticias para un sector de la población: algunos no piensan que hay que limpiar las fregonas, pero nada más lejos de la realidad, pues este útil de cocina tan práctico está en la primera línea de guerra con la suciedad y, evidentemente, acumula de todo menos brillo.

Y en lo que concierne a su necesaria higienización no estamos hablando de años o meses, sino de semanas. La fregona hay que ir lavándola cada semana para eliminar la suciedad acumulada en sus fibras, en general polvo, pelos humanos y animales, algún pequeño resto de comida o de suciedad de los zapatos y hasta huevos de pequeños insectos.

Claro está que una opción es tirarla y reemplazarla por una nueva cada mes, pero flaco favor le estaremos haciendo a nuestro bolsillo y al planeta si cada vez que fregamos unas cuantas pasadas tenemos que cambiar este accesorio.

No obstante, en caso de cambiarla, es importante hacerlo una vez al mes para deshacerse de las bacterias acumuladas en su interior, favorecidas enormemente por la humedad constante y por la elevada temperatura que suele haber en el interior de los hogares.

Si nos decantamos por estirar un poco más su vida útil (para lo que están preparadas de sobra sus fibras), hay que seguir un procedimiento muy intuitivo.

Su limpieza es tan sencilla y rápida que en realidad es solo cuestión de voluntad. Basta con llenar el cubo de la fregona con agua muy caliente, por ejemplo llevada a ebullición rápidamente en el hervidor de agua o simplemente hervida.

En este agua hirviendo hay que añadir un buen chorro de vinagre de limpieza y, opcionalmente, una cucharada de oxígeno activo (para ropa blanca), que se encargará de blanquearla. Si no se dispone de oxígeno activo se le puede echar el zumo de tres limones, y su ácido reforzará la destrucción de los restos incrustados en esta.

Solo habrá que meter la fregona en el interior de esta mezcla y esperar a que el agua se enfríe. Después, hay que escurrir la fregona, descartar el agua sucia y dejar la fregona secarse al aire libre, a poder ser a pleno sol.

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Con este sencillo procedimiento la fregona quedará higienizada por completo y dejará de repartir sus propias bacterias por todo el hogar cada vez que la pases.

Foto | Stockking/Freepik

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