Lavar los platos es una ardua tarea que cada día tenemos que afrontar en el hogar: ese desagradable momento que muy pocos disfrutan y que tanto cuesta de sacar adelante.
Para ello, el lavavajillas nos hace un enorme trabajo y sustituye ese frotar pesumbroso en un enérgico quehacer en el que solo tenemos que aportar una acción de rellenar.
Y eso es exactamente: rellenar el lavavajillas es lo único que hay que hacer. Nada de aclarar los platos y nada de prelavarlos a mano, sino que basta con pasar una servilleta para eliminar la comida.
El detergente y las elevadas temperaturas que este alcanza harán el resto siempre que los platos estén bien puestos. Ese es el gran quid de la cuestión para no equivocarse.
De hecho, los lavavajillas están preparados para todo, pero por encima de todas las cosas, para neutralizar los restos de grasa y eliminarlos, sin necesidad de encontrarse con platos previamente aclarados.
Lo único que haremos al aclarar los paltos previamente será gastar agua y energía en vano, pues sin este gesto que también consume nuestro tiempo ya sería más que suficiente para obtener buenos resultados.
Dicho esto, la forma correcta de colocar los platos es al revés: es decir, mirando hacia adentro del electrodoméstico, para asegurar que los chorros de agua alcancen cada uno de los platos.
Los hondos deben ir en las rejillas más anchas, y hay que cuidar que no haya dos platos en un mismo hueco ni sobrecargar el electrodoméstico para evitar que no lave todo lo que se espera.
Foto | Joana Costa
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