La mejor forma de librarte de las moscas de la fruta es también la más lógica y sencilla

La llamada mosca de la fruta es uno de esos insectos diminutos cuyas molestias generadas son inversamente proporcionales a su tamaño. No hacen casi ruido, no pican y tampoco revolotean alrededor de tu cabeza ni se te posan en el cuerpo como hacen mosquitos, moscas comunes o avispas, pero tenerlas en casa es un verdadero incordio. No hay matamoscas que sirva para aniquilarlas.

Aunque es posible reducir su presencia -hasta cierto punto- con trampas caseras, el método más efectivo para librarte de este insecto es tan sencillo como obvio: evitar que vengan en primer lugar. Porque podemos considerarla como un síntoma, una consecuencia de otro mal mayor, y no tanto una causa.

Antes de nada, conviene aclarar conceptos. Lo que la población común llamamos coloquialmente como 'mosca de la fruta' es una criatura distinta a la que responde con el mismo nombre en el sector agrario, también conocida como 'mosca del vinagre'. La que se cuela en nuestras casas es la Drosophila melanogaster, mientras que la segunda es la Ceratitis capitata, que sí se considera una plaga, y no precisamente de las inofensivas.

El demonio con alas que nos ocupa a nosotros abunda más avanzado el verano o ya en otoño, cuando no solo hay temperaturas cálidas, sino también abundancia de productos vegetales maduros en campos, mercados, tiendas, restaurantes, supermercados, fruterías, parques, jardines, huertos y hogares. Su debilidad y gran foco de atracción es el azúcar, y son más felices si hay humedad y cualquier atisbo de fermentación.

Es decir, hay que evitar a toda costa las frutas y verduras pochas, demasiado blandas o tan maduras que hasta nuestro olfato humano capta su dulzor en el ambiente. Y hay que mantener una higiene básica de la cocina y nuestra vivienda en general.

El mejor remedio es la prevención

Tal y como afirma la entomóloga Molly Keck a Serious Eats, las moscas de la fruta siempre están entre nosotros, y es nuestra culpa que entren a casa y decidan quedarse. Si están de paso y no encuentran nada interesante, seguirán su camino sin molestar. Prevenir su llegada es el mejor remedio.

Limpia regularmente las superficies de cocina, encimeras, mesas, estanterías, fregadero, suelos y drenajes, aplicando desinfectantes adecuados en cada caso.
Evita que se acumule humedad, especialmente en materiales que tardan en secarse, como trapos, estropajos, esponjas o macetas.
Si tienes jardín o huerto, sanea regularmente la tierra, no provoques encharcamientos ni dejes que se acumulen malas hierbas u hojas muertas.
No dejes frutas o verduras maduras expuestas a temperatura ambiente.
Vigila que las frutas y verduras no tengan daños, grietas u orificios de apertura al interior; procura que los vegetales con rabito, pedúnculo o tallos lo conserven.
Guarda en la nevera las frutas y hortalizas que puedas o cuando ya estén en su punto de maduración o tengan pequeños daños.
Introduce los demás productos vegetales en bolsas de papel, cestos o cajas o recipientes especiales para cada variedad, separándolas cuando sea preciso.
No dejes restos de comida al descubierto demasiado tiempo; recoge sobras y friega o introduce la vajilla sucia rápidamente en el lavavajillas.
Limpia también el cubo de basura y procura que cierre siempre herméticamente; mejor tenerlo alejado de la cocina y en algún lugar cerrado. Si es necesario, saca la basura con mayor regularidad que en invierno.
Enjuaga bien las latas, botes y botellas antes de separarlos para reciclar, especialmente refrescos, cerveza, conservas, mermeladas o salsas.
Comprueba bien los alrededores de tu vivienda por si el foco de atracción estuviera en el exterior -humedades en una ventana, plantas muertas en canalones o sumideros, etc.