Desde su origen y hasta no hace tanto, las conservas se limitaban a cumplir con su principal cometido: mantener intacta la calidad de los alimentos por mucho tiempo. En despensas y en barcos que emprenden largos viajes, o en primera línea de batalla alimentando a las tropas. Una misión importante, pero que las relegaba a producto comodín, especialmente valorado por no ser perecedero.
Hoy en día ya no son solo un “plan B”; siempre a mano en cualquier despensa. Más aún en este tiempo de confinamiento y de “compras de búnker”. Las conservas son más que ese recurso fácil (por lo rápido que se sirven). Ya no son solo las estrellas del aperitivo: también brillan con luz propia en elaboraciones dignas del paladar más gourmet.
Y es que se pueden hacer maravillas con una lata de conservas Frinsa, como demuestran chefs de la talla de Pepe Solla, Dani García y Sacha Hormaechea, entre otros muchos, que han creado con latas recetas de altos vuelos. ¿Lo mejor? Que apenas necesitas tiempo para convertir unos mejillones en un primero lleno de originalidad. O una lata de bonito en una versión marina del steak tartar.
Breve historia de las conservas
Fue un cocinero francés, Nicolás-François Appert, quien entre finales del siglo XVIII y principios del XIX (le llevó años de estudio) dio con una solución de conservación equiparable al ahumado y al salazón, pero mucho más cómodo.
El método consistía en introducir los alimentos en recipientes de cristal cerrados herméticamente y someterlos a un tratamiento térmico (una suerte de baño maría). Al eliminar el aire, mantenía el producto a salvo de la oxidación y sus propiedades intactas, mientras que el calor lograba la esterilización. Había inventado la appertización, que le daría para escribir toda una tesis.
El círculo se cerraría en 1810, cuando un comerciante inglés, Peter Durard, aprovechó la invención de la hojalata para mejorar el invento de Appert. Habían nacido las conservas, tal y como las conocemos hoy en día.
Desde su llegada a España desde Francia (vía Galicia) han dado lugar a una industria de gran tradición, que compartimos con el país galo y Portugal. Grandes admiradores y amantes, también, de los alimentos enlatados, que saben apreciar la calidad de unas conservas frente a otras —y con mercado, incluso, para la conserva añeja— a la hora de elaborar recetas con ellas.
Pero España es la mayor referencia en la industria conservera de la Unión Europea: somos la primera potencia en el envasado y conservación de delicias de mar y la huerta y la segunda en el mundo en lo que a producción de atún en lata se refiere. Una industria en la que la aportación gallega tiene especial peso.
Gastronomía latera
También nos hemos lanzado a la gastronomía exclusivamente latera, con espacios en cuya carta las conservas son la estrella. Protagonistas únicas e indiscutibles, como en la Taberna-Tienda Muy placer en conserva (Madrid) o en el bar de tapas Quimet & Quimet (Barcelona).
También en Delistore&Tapas, el gastrobar de Frinsa situado frente al mercado de San Miguel de Madrid donde es posible gozar, desde una terraza con privilegiadas vistas, de sus pinchos en pan de cristal y sus raciones de pescado o marisco en conserva. De la lata o en delicadas elaboraciones.
Fundada en 1961, Frinsa recoge esa tradición y la enlata. Su búsqueda de la excelencia, tanto en la calidad de la materia prima como en el proceso de elaboración y enlatado, le ha llevado a convertirse en una de las conserveras más importantes de España.
Una empresa dedicada a conservar con todo su sabor las delicias gallegas y del cantábrico: mejillones de las rías gallegas, berberechos al natural de la ría de Noia, bonito del norte en aceite de oliva, ventresca de bonito del norte selección gourmet, sardinas de la ría de Arousa, atún en aceite de oliva y un sinfín de posibilidades con sabor a mar.
Pero también, conservas de carne, como la gama Proteína Natural, en la que pechugas de pavo o pollo enlatadas en crudo, únicamente acompañadas de sal rosa del Himalaya y agua mineral, se convierten en una nutritiva fuente natural de proteínas.
Son productos (mariscos, pescados y carnes en conserva) en los que prima la calidad y que llegan a la mesa en sus mejores condiciones, gracias al servicio a domicilio de Frinsa; hoy, más importante que nunca. Porque así puedes quedarte en casa y seguir disfrutando de las conservas en su máximo esplendor: tal y como salen de la lata o elaborando con ellas recetas tan sabrosas como sorprendentes.
Las grandes ventajas de las conservas
Recurrir a las conservas no solo ahorra tiempo, puesto que partes de un producto listo para consumir que no necesita ningún tipo de cocción. Incluso preparar recetas con ellas no requiere excesiva dedicación.
Por eso son ideales como base de la cocina de un single o de aquellas personas que, debido al teletrabajo, apenas tengan tiempo para los fogones, pero quieran gozar, como cualquiera, con un plato realmente especial.
Cocinar con conservas es disfrutar de un alimento saludable y 100% natural. Es lo que hay en el interior de una lata de conservas Frinsa: un bonito del norte acompañado de aceite de oliva virgen extra… y nada más. Un atún al natural, beneficioso para prevenir las enfermedades cardiovasculares. Unos berberechos al natural, sin aditivos que influyan sobre su sabor marino. Unos chipirones sin más caldo que su propia tinta. O unas navajas que llegan a casa como recién salidas del mar de Galicia.
La excelencia es otro de los grandes atractivos de la gastronomía basada en conservas Frinsa. Por ello su fábrica de conservas cuenta con las más importantes certificaciones en materia de calidad, además de ser respetuosa, colaborando en la protección de los recursos marinos y la sostenibilidad.
Una nueva tendencia gastronómica
Abrir, servir y disfrutar. Esa era la fórmula hasta ahora. Pero hoy las conservas se reivindican no solo per se; también como materia prima y base de refinados platos de alta cocina. Gracias a la accesibilidad de este producto y a su versatilidad, se puede trasladar esa experiencia gourmet —la de disfrutar de la obra de un chef con estrella Michelín— a tu mesa y convertir esas comidas y cenas confinados en casa en un momento especial.
Así, cumplen un doble propósito: siguen siendo el aliado que nunca falla y que ameniza la hora del vermú o que aportan soluciones en sencillas recetas. Pero también inspiran una nueva gastronomía, basada en reconocer la excelencia de un producto capaz de conservar su esencia, desde el mar hasta la mesa, y sus infinitas posibilidades.
Una cocina que sabe sacar partido de todo lo que viene en la lata, reivindicando su versatilidad y su valía como producto de aprovechamiento. Porque de una buena conserva se aprovecha hasta su caldo: Sacha Hormaechea, del restaurante Sacha, utiliza los aceites como base para emulsionar mayonesas. Y el caldo natural para alegrar un ceviche diferente: a base de berberechos macerados en su jugo y en aceite de oliva virgen extra arbequina, mezclados con cilantro picado y servidos sobre rodajas de lima.
Una cocina que entiende, además, todas las posibilidades del producto, más allá de su aplicación más clásica. Que un atún no solo sirve para dar sabor a una ensalada, sino que también puede mejorar sustancialmente un guacamole servido sobre un snack de maíz, como propone Pepe Solla, al mando de Casa Solla —con una estrella Michelín y tres soles Repsol— .
Y unos mejillones no solo se llevan bien con unas patatas fritas. Pueden convertirse en un aperitivo mucho más especial con una base de ajoblanco y con su propio escabeche, que culmina esta receta de mejillón escabechado y ajoblanco, también de Pepe Solla.
O cambiando el clásico vermú en vaso del aperitivo por el vermú en plato —mejor aún, sobre cucharilla china— con la receta que propone Juan Pablo Felipe, de La Posada del Chaflán: unos berberechos al vermú con chips de patata, que también aprovecha su jugo para potenciar el sabor de esa cama sobre la que descansan, a base de soja, zumo de naranja y de limón.
Las conservas también pueden presumir de sofisticadas. Es en las manos de chefs como Francis Paniego (con tres estrellas Michelín) donde un producto enlatado se transforma en una elaboración con aires de alta cocina. Como las almejas con espuma de queso de Burgos, cebolla roja y crujiente de pan de sésamo que propone a partir de unas “simples” almejas al natural.
Y es que, a veces, los platos más deliciosos y sencillos se esconden en la despensa.