Vamos a desperdiciar muchísima comida en Navidad. Pero la ciencia tiene un truco para evitarlo

Es la misma idea que podemos aplicar si queremos adelgazar, y todo se reduce a frenar nuestros impulsos

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En el año 2023 en los hogares españoles desperdiciaron 1.183,42 millones de kilos  o litros de alimentos y bebidas, según datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. Aunque el ritmo es decreciente a largo plazo, fue un 1,1% más que el año anterior, y a nadie se le escapa que es en Navidad cuando solemos tirar a la basura una gran cantidad de comida, precisamente cuando más caro sale comprar.

Nos ha pasado a todos: nos dejamos llevar por la emoción de las fiestas, las ganas de celebrar, de estar a la altura, de agasajar a la familia y amigos o de tirar un poco la casa por la ventana. El marketing y la publicidad también nos afecta, aunque no nos demos cuenta, y se nos da fatal planificar y calcular. Preferimos comprar de más, por si acaso y repitiéndonos ese mantra de "mejor que sobre a que falte". Y claro, pasa lo que pasa.

Los consejos para evitar terminar con tantos excedentes son los de siempre y nada que no sepamos: no comprar muchos productos de golpe, no dejarnos llevar por la época adquiriendo alimentos que en realidad no nos gustan, cocinar lo justo teniendo en cuenta el número de comensales y gestionar bien las sobras. Se trata de hacer la compra con cabeza y no ir a lo loco dejando la tarjeta echando humo.

Ahora bien, los turrones, mazapanes, chocolates y polvorones que sobren siempre se pueden guardar sin abrir incluso hasta el año siguiente, o se pueden aprovechar más tarde para hacer recetas con turrón, por ejemplo. El mayor problema está en la comida cocinada, cuando nos pasamos horas en la cocina para preparar banquetes de los que luego sobra casi la mitad de todo. Esas sobras suponen un mayor reto a la hora de reducir el desperdicio, especialmente cuando ya hemos repartido raciones y nos hemos servido en el plato generosamente.

La ciencia del plato pequeño

Se trata de aplicar a nuestros menús de fiesta el mismo método que aplican los profesionales en servicios de cafetería o de buffet libre: ofrecer platos pequeños.

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Lo explicaba a The Washington Post Brenna Ellison, directora del Centro de Conservación de Alimentos y Reducción de Residuos de la Universidad de Purdue: la gente tiende a llenar hasta arriba su plato con comida, más aún en ocasiones especiales y ambientes festivos. Comemos con los ojos y nos dejamos llevar por impulsos con los que luego nuestro estómago no es capaz de estar a la altura. Y sucede a menudo en fiestas que nos "reservamos" comiendo poco ese día para llegar con más apetito a la cena o comida en cuestión. Pero el estómago tiene el límite que tiene.

Un plato más pequeño te obliga a servirte menor cantidad, reduciendo las posibilidades de que hayas sobreestimado tus capacidades devoradoras y termines dejándote la mitad. Así, además, engañamos al cerebro, por eso es un consejo que se suele dar a las personas que se ponen a dieta para adelgazar. La misma cantidad de comida, servida en dos platos de diferente tamaño, parece mayor en el plato pequeño, siendo lo mismo. Es una suerte de ilusión óptica.

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Diversos experimentos y estudios han comprobado que la gente tiende a servirse menos cantidad y a comer menos cuando usa platos más reducidos, incluso teniendo la posibilidad de repetir. Si te llenas tu plato, al terminarlo el cerebro ya tiene la impresión de que ha comido lo suficiente. Solo cuando realmente sientes que tienes más apetito y te has quedado con ganas de más, repites.

Está claro que en un festín donde se despliega un arsenal de platos y productos muy tentadores es difícil resistirse, y no pasa nada por comer de más en estas ocasiones puntuales. Pero con platos pequeños tendremos una barrera física que, al menos, pondrá algo de freno a los excesos que nos llevan a tirar tanta comida.

Porque siempre podemos guardar en tápers o congelar lo que sobre de carnes de Navidad, los langostinos cocidos que nadie ha podido acabar, la crema de marisco que queda en la olla, el consomé navideño, la guarnición de lombarda o los típicos canelones de San Esteban; siempre y cuando nadie se haya servido antes, claro. Recoger las sobras manoseadas de los platos de los comensales digamos que está un poco feo. Y muy higiénico tampoco es.

Imágenes | Freepik - gpointstudio

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