El precio de la luz sigue disparado en Europa con dos meses en los que se han alcanzado máximos históricos. Poco más podemos hacer los consumidores que tratar de aprovechar al máximo nuestros recursos en casa, especialmente en la cocina. Puesto que hay que comer todos los días y es una de las estancias donde más electrodomésticos y aparatos consumen energía constantemente, optimizar su uso puede suponer un gran ahorro al final de mes.
La cocina no es solo uno de los espacios donde más tiempo solemos pasar, también acumulamos muchos aparatos eléctricos que usamos casi a diario, concentrando algunos de los mayores electrodomésticos como el horno, el lavavajillas o la lavadora, sin olvidar que la nevera está en funcionamiento las 24 horas. Sin hacer apología de la pobreza energética, hay ciertos hábitos con los que podemos reducir nuestro consumo.
Cómo ahorrar energía en la cocina
Más allá de volvernos locos con horarios discriminados que además han dejado de servir como guía, tarifas y los vaivenes del precio de la luz en el mercado mayorista, aplicar algunos de los siguientes trucos puede hacer nuestra cocina más eficiente y sostenible.
1. Cocina platos sin cocinar (o casi)
Si no cocinas, no gastas energía. Esta perogrullada no quiere decir que comas fuera de casa o pidas para llevar -no ahorraríamos mucho-, sino que incluyas en tus menús platos que se pueden elaborar sin encender ningún electrodoméstico, o reduciéndolos al mínimo.
Hablamos en su mayoría de ensaladas de todo tipo pero también de platos que son disfrutables tibios o a temperatura ambiente, que van más allá de la lechuga y el tomate. Aquí los buenos procesados como legumbres cocidas, latas marineras o conservas vegetales nos serán de gran ayuda, ahorrándonos además mucho tiempo.
2. Utiliza aparatos y pequeños electrodomésticos de bajo consumo
Por ejemplo, el microondas consume mucha menos energía que el horno o la vitrocerámica de cocina, y son muchas las preparaciones que podemos hacer con él en tiempo récord, desde cocer patatas o arroz y quinoa hasta tostar almendras, improvisar un pan exprés o asar berenjenas, boniatos y pimientos.
Otros aparatos que consumen muy poco son las ollas de cocción lenta o tipo Crock-Pot, puesto que apenas se calientan y cocinan lentamente. Las freidoras sin aceite más eficientes también gastan menos que el horno y las ollas programables o instant pots, igual que la olla exprés o rápida, pueden ahorrar también energía al reducir considerablemente el tiempo de cocinado.
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3. Multiplica las cantidades y planifica (un poco)
El típico consejo de la moda del batch cooking no es más que lo que tantas generaciones han aplicado en su cocina: cocinar de más para refrigerar o congelar las sobras. No hay que volverse locos organizando en un día con detalle todas las comidas de la semana, pero sí ayuda tener alguna idea de lo que podemos aprovechar durante unos días.
Al fin y al cabo, gastaremos prácticamente el mismo tiempo y energía cocinando el doble de arroz blanco o de garbanzos, el triple de salsa de tomate o de estofado, o cociendo cinco huevos en lugar de un par. Si además tenemos una envasadora al vacío, conservaremos más y mejor los alimentos.
4. Cocina con la tapa puesta y no abras (demasiado) el horno
Poner una olla a calentar agua totalmente destapada o abrir y cerrar sin cesar la puerta del horno -o la propia tapa de la cazuela- es una pérdida de valiosa energía que solo hace gastar calor y luz, interrumpiendo además la cocción homogénea o arruinando un bizcocho o soufflé.
Evita al máximo esa pérdida controlando los tiempos y revisando la comida a través de puertas y tapas transparentes, y ábrelas solo un poco cuando tengas que echar un ojo al interior, para evitar también que se estropee el propio cocinado creando esos contrastes bruscos de temperatura. Lo mism se puede aplicar a la nevera: no la abras constantemente de par en par.
5. Remoja todo lo remojable (y aplica marinadas o salmueras)
Aunque no es imprescindible dejar a remojo las legumbres antes de cocinarlas, es una práctica aconsejable para hacerlas más digestivas y, sobre todo, reducir el tiempo de cocción. Así que no te olvides de poner los garbanzos o las alubias a hidratar la noche antes, incluso 24 horas en el caso de las legumbres más duras o grandes. Las lentejas, habitualmente sin necesidad de remojo, también se beneficiarán de ese ahorro de tiempo.
Pero es una práctica que funciona igualmente con otros alimentos, como granos enteros y cereales (arroz, quinoa, bulgur, mijo, cebada, espelta...), semillas y frutos secos, verduras, frutas y setas secas o deshidratadas (como las ñoras, chiles y pimientos choriceros), etc. En carnes y pescados, una salmuera o marinar también reduce el tiempo de cocción.
6. Aprende cuándo precalentar y cuándo no
Salvo que tu horno sea muy viejo, lo más probable es que se caliente rápidamente en cuanto lo hayas encendido. No siempre hay que esperar a que marque la temperatura indicada antes de introducir el alimento, salvo casos muy específicos como bizcochos, pan, pizza casera o galletas.
Las verduras, especialmente, se pueden asar sin problemas sin precalentar, así como platos a base de huevo, pastas, guisos o incluso carnes y pescados.
7. Utiliza el calor residual
Este hábito es muy útil compaginado con el anterior, pero que deberíamos aplicar siempre que sea posible para optimizar el horno. Si no has provocado la pérdida de calor al abrirlo, cuando apagues el aparato seguirá muy caliente durante varios minutos. Según la potencia y lo que estés cocinando, puedes dejar los últimos 5-10 minutos de horneado tras apagarlo.
8. Electrodomésticos siempre limpios y ordenados (incluyendo las juntas)
Mantener una buena limpieza y mantenimiento de la nevera, el congelador o el propio horno no solo repercute en una mejor conservación de los alimentos, evitando riesgos sanitarios, también optimiza su eficiencia. Y sí, hay que limpiarlos por detrás también, al menos una vez al año.
El frigorífico y el congelador son los electrodomésticos que más se benefician de ello, ya que la acumulación de hielo, escarcha o condensación pueden dañar el motor o forzar a la máquina a gastar más energía para mantener la temperatura, al actuar como aislante. Si lo tenemos ordenado y sin sobrecargar, la refigeración circulará de forma más fluida y enfriará mejor.
Invierte en un aparato no frost y comprueba también las juntas de las puertas, y especialmente las gomas, ya que son las responsables de que no haya pérdida de frío o calor, en el caso del horno o las ollas.
9. Renueva los electrodomésticos demasiado viejos
Aunque no sea un truco como tal, no hay que olvidar que a veces llega la hora de renovar los aparatos muy antiguos que ya no funcionan tan bien y que podrían estar gastando demasiada energía. Aprovecha para invertir en un electrodoméstico con alta calificación energética, que gastará menos energía, durará más años y también contaminará menos.
Si tienes que renovar la nevera, opta por un modelo con circuitos separados de refrigeración y congelación; en el caso del horno serán mejores los de convección que cuenten con ventilador/aire y vapor, y la inducción siempre es mucho más eficiente que la vitrocerámica. Además, muchos modelos incluyen función eco o de ahorro.
10. Elige ingredientes de cocción rápida
Si puedes elegir entre distintos tipos de legumbres, de cereales, de pastas o de verduras, opta por aquellas variedades que se cocinen antes. Por ejemplo, las lentejas requieren menos tiempo que los garbanzos, y son aún más rápidas las que no tienen piel, como las coral o rojas.
Un arroz vaporizado estará listo antes que uno más genérico o más glutinoso, y el cuscús apena necesita hidratarse con un líquido caliente, sin necesidad de hervir; los formatos de pasta más pequeños también suelen pedir menos tiempo de cocción, y tardan aún menos las pastas frescas.
Considera las verduras a cocinar según sus tiempos de cocción necesarios, y recuerda que los pescados se hacen antes que las carnes, que además tardarán menos en cortes o piezas más pequeñas, algo que podemos aplicar a todos los ingredientes, si la receta lo permite.
11. Utiliza el fuego adecuado para cada olla o sartén
A la hora de cocinar sobre la placa de cocina, siempre elige el fuego en función del tamaño de la olla, cazuela o sartén. Un recipiente demasiado grande en una fuente de calor pequeña tardará mucho más en calentarse y la comida no se cocinará bien; en el caso contrario, un recipiente pequeño en fuego grande, solo estaríamos desperdiciando energía.
Tampoco tiene sentido usar una cazuela o sartén enorme para cocinar algo pequeño, de nuevo malgastaríamos energía. Ojo, apurar demasiado llenando en exceso el recipiente o con un alimento muy grande puede ser contraproducente, estropeando el resultado del plato.
12. Cocina al dente siempre que sea posible
La pasta cocinada al dente es más sabrosa y más saludable, y por supuesto también más rápida. El mismo concepto se puede aplicar a granos como el arroz o la quinoa, que además es bastante correosa si se pasa de cocción, así como a las verduras.
Muchas hortalizas ganan en textura, sabor y nutrientes cuando las cocinamos lo justo, dejándolas ligeramente crujientes, ya sea en un salteado, al horno o al vapor. Verduras con mala fama como el brócoli o la coliflor mejoran mucho cuando se evita la sobrecocción blandurria.
En carnes y pescados hay que tener cuidado porque esta idea no se puede aplicar a todos los productos; las aves, por ejemplo, siempre deben estar totalmente cocinadas, y también los pescados con riesgo de anisakis -si no se han congelado previamente al menos durante cinco días-. Pero un salmón pasado de cocción o un filete de ternera muy hecho no solo gasta más energía, también pierde sabor.
13. Prueba más alimentos crudos
Algunos alimentos jamás deben comerse crudos sin poner en riesgo la salud, pero otros sí son perfectamente comestibles sin necesidad de aplicar ninguna cocción o fuente de calor. Además de tener ciertos beneficios nutricionales (conservación de nutrientes, mayor masticación y saciedad...), ofrecen sabores y texturas distintos a cuando están cocinados.
Puedes probarlo con la gran mayoría de verduras, como la zanahoria, la lombarda y otras coles de hoja, las coles de Bruselas, el brócoli o la coliflor, las endivias, el colinabo y los rabanitos, el calabacín, los pimientos... Si te resultan demasiado duras o agresivas, puedes laminarlas, rallarlas finas o picarlas en piezas muy pequeñas, y dejarlas marinando con algún aliño.
Hay carnes que nunca deben ingerirse sin cocinarlas por completo por precaución sanitaria, como las carnes de pollo, pavo o cerdo, pero el carpaccio de ternera o buey es un clásico que podemos comprar ya listo para consumir o usar en platos como unas tostas, sin olvidarnos del steak tartar clásico.
En pescados, son buenas opciones el sushi y el sashimi, también un tartar marinero, un poke o un ceviche, recordando que el pescado debe haber pasado por el congelador al menos cinco días, salvo que usemos de acuicultura 100% seguro, para evitar el anisakis, como ya hemos comentado.
Fotos | iStock - Unsplash - Marco Verch
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