Cuando la fotografía empezó a popularizarse y a extenderse como un medio más de producción artística, sus detractores la acusaban de limitarse a captar la realidad, y de carecer por tanto de mérito creativo. Obviamente, es un argumento fallido, ya que una foto siempre lanza una mirada distinta a aquello que captura. Y sin duda es lo que ocurre al observar simples bebidas bajo el microscopio.
El artista William LeGoullon ha trabajado en una serie de fotografías en las que retrata algunas de las bebidas más comunes bajo el objetivo de una cámara acoplada a un microscopio. Con el título de Fingerprints of Drinkable Culture ("las huellas dactilares de la cultura de la bebida"), líquidos como el café o el vino nos muestran formas extrañas y caprichosas.
El fotógrafo norteamericano ha querido profundizar mediante esta obra en la naturaleza de algunos de los productos clave para la sociedad actual, el mundo de las bebidas, que además conoce bien por haber trabajado anteriormente como camarero. Aunque pretendió fotografiarlas en su estado líquido, se dio cuenta de que dejando las bebidas secarse los posos ofrecían unas formas mucho más sugerentes.
LeGoullon afirma sentirse muy atraído por las huellas que permanecen detrás de las acciones humanas. Así, capturando con detalle los restos de bebidas tan conocidas como la cola o el vino, nos ofrece una perspectiva diferente con la que pretende fusionar arte, gastronomía y ciencia. Los resultados son, cuanto menos, interesantes.
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