Hace unas semanas ha entrado en vigor en Francia el decreto que regulariza el nuevo label Fait Maison, para que los consumidores puedan distinguir entre los restaurantes que ofrecen platos cocinados integramente en el restaurante de aquellos que los elaboran a base de productos precocinados industriales. Esta iniciativa, que en principio parece clarificadora para los clientes ha creado una cierta polémica entre nuestros vecinos.
En un país que presume de ser la cuna de la alta cocina, tanto el gobierno como los profesionales implicados en el mundo de la gastronomía intentan poner en valor la cocina francesa tanto tradicional como creativa y el Fait maison va en esta linea. Sin embargo la cosa no es tan sencilla como parece cuando se lleva a la práctica.
En general se consideran Fait maison los platos elaborados enteramente en el restaurante con productos en bruto que no hayan sufrido ninguna transformación. Pero cuando se entra en detalle las cosas se complican bastante. Pueden merecer el label los platos elaborados con productos que han llegado al restaurante pelados, rebanados, cortados, picados, lavados, deshuesados o molidos.
También se aceptan los productos ahumados, salados, refrigerados, congelados o envasados al vacío con la excepción expresa de las patatas prefritas congeladas. También los salazones, la charcutería excepto patés y terrinas, los quesos, panes y galletas, así como frutas secas y confitadas, el hojaldre en fresco, y los fondos y fumets a condición de informar al consumidor.
Y para terminar se informa de que un producto no especificado en la lista anterior puede aparecer en un plato Fait maison siempre que la marca del producto o el nombre del profesional que lo ha elaborado esté expresamente indicado.
Con todas estas excepciones, según muchos restauradores y críticos se incurre en contradicciones tales como la de considerar casera una tarta hecha con hojaldre industrial y no otra con una pasta quebrada con la misma procedencia o que también merezca esa consideración un plato hecho con productos elaborados fuera del restaurante por el mero hecho de citar su procedencia. Eso si, el único producto que no se salva de ningún modo son las patatas prefritas.
Está por ver si este distintivo consigue su objetivo de clarificar el panorama de la restauración francesa, o si por el contrario se manifiesta incapaz de facilitar que los consumidores puedan distinguir los restaurantes que realmente ofrecen platos caseros de los que utilizan productos preelaborados. Y respecto a nuestro país, ¿Te parece que en España haría falta un distintivo parecido para evitar engaños o abusos?
Imagen | stevendepolo
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