Las instalaciones artísticas comestibles de Jennifer Rubell

El siglo XX cambió profundamente el concepto tradicional de arte con la ruptura de los cánones establecidos y la aparición de numerosas nuevas disciplinas y modos de expresión. Es cierto que muchas de las nuevas formas tienen un componente conceptual elevado que las hace difíciles de comprender por el público general, pero al mismo tiempo ejercen un gran poder de atracción. Es lo que ocurre con los trabajos de Jennifer Rubell, que se ha especializado en crear instalaciones artísticas basadas en la comida.

La autora, tras graduarse en Bellas Artes, asistió al Instituto Culinario de América y ha trabajado en distintos medios escribiendo sobre gastronomía. Pero quizá lo más destacado de su trayectoria son sus creaciones artísticas alrededor de la comida. Rubell se mueve entre instalaciones, performances y happenings que rompen las barreras tradicionales del arte involucrando al espectador en su interactuación con los alimentos.

De este modo, encontramos por ejemplo entre sus trabajos el llamado Old-Fashioned ("a la antigua", "tradicional"), una instalación formada por una única gran pared de madera en cuya cara principal colgaban 1521 dónuts reales en perfecta formación. El público puede hacer lo que quiera con ellos, dando libertad absoluta de interactuación. Con esta obra la autora pretendía hacer reflexionar sobre el concepto de old-fashioned en el contexto artístico contemporáneo.

Otro proyecto interesante es el más reciente Incubation ("incubación"), una instalación con dos partes diferenciadas. En primer lugar, una habitación que imita una sala incubadora de hospital con dos enfermeras fabricando yogures, y por otro lado, un pedestal en el techo goteando miel sobre otro idéntico en el suelo. Los asistentes pueden tomar los yogures que las enfermeras van pasando y después tratar de recoger la miel. La idea de la obra era explorar una faceta menospreciada en la creación artística, la pasividad del proceso de esperar y recibir.

En Made in Texas ("hecho en Tejas"), Rubell llenó una amplia sala de diferentes plataformas, situando en cada una pequeñas instalaciones de acción real tomados directamente de empresas de la zona. Trabajadores auténticos de la industria alimentaria local desarrollan su trabajo mientras los visitantes recorren el espacio observando sus tareas, pero también interactuando con ellos, pudiendo degustar los productos a medida que son manufacturados.

También captó una gran atención mediática, por estar implicadas algunas celebridades, su propuesta Padded Cell ("celda acolchada", refiriéndose al manicomio), diseñada el evento benéfico The Red Party. Los invitados asisten a una cena temática inspirada por el constructivismo ruso, mientras junto a ellos se sitúa una pequeña habitación modular de madera, creación de Rubell. Su interior, visible desde fuera por una ventana, está cubierto en paredes y techo por algodón de azúcar rosa.

A la hora del postre la puerta se abre y los invitados pueden acceder a la estancia y disfrutar del dulce algodón. De este modo, la celda actúa como un lugar de escape del encorsetamiento de la cena, donde poder huir y entregarse al placer. Pero al ser un espacio tan reducido, también es claustrofóbico. Así, el objetivo de la autora es reflexionar sobre el lado oscuro del placer.

Está claro que Rubell no está interesada en los formatos de arte más tradicionales, y prefiere aprovechar los recursos de otras disciplinas, combinándolas según sus objetivos. A pesar de su formación culinaria nunca se planteó convertirse en chef, sino que buscaba conocer la naturaleza de los alimentos y dominar las técnicas de cocina para poder llegar a trabajar la materia con total libertad.

Como ella misma declara, el mundo de la cocina no ofrece la posibilidad de ahondar en la comida del modo conceptual que a ella le atrae. La artista ha mostrado de este modo un gran interés a lo largo de su carrera por emplear la comida como medio de expresión, ya que posee una carga cultural y emocional muy fuerte. Por eso busca también la participación del espectador, animando a los visitantes a implicarse y manipular las obras.

Ese tipo de creaciones artísticas siguen levantando polémicas y escepticismo, a pesar de que no son técnicas ya novedosas. Este no es el lugar para abrir debates sobre qué es el arte, pero yo siempre intento mantener una mentalidad abierta para conocer todo tipo de propuestas creativas. Y por eso me parece que las obras de la autora que exploran las posibilidades artísticas y conceptuales de la comida son, al menos, interesantes y curiosas.

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