Lo siento, no puedo con los concursos de cocina en televisión. Cada vez que se emitía Master Chef o cuando lo hace ahora Top Chef, mi timeline de Twitter se inunda de comentarios de mis compañeros blogueros, así que a menudo cambio de canal para ver lo que están comentando: no duro ni cinco minutos.
¿Por qué esta animadversión por los concursos de cocina en televisión? Intentaré explicarme. En primer lugar, quiero aclarar que no tengo nada en contra de los programas de cocina en televisión, me encantan los clásicos como el de Carlos Arguiñano, los de viajes como Un País para comérselo o los que involucran a gente sin mucha experiencia en la cocina como Hoy cocinas tú que hacía Eva Arguiñano.
De hecho, tampoco me desagradan todos los concursos de cocina. Recuerdo uno que seguía con bastante frecuencia: Todos contra el chef, en el que gente más o menos inexperta retaba a Darío Barrio a preparar una receta que ellos dominaban. Me gustaba su tono alegre, desenfadado y, si me permitís la expresión, buenrollista, algo que ni se asoma en los concursos actuales.
Igual es algo que sólo me ocurre a mi, pero es que es sentarme a ver Master Chef o Top Chef y se me pone como una angustia en la garganta. Los participantes casi siempre parece que están al borde de un ataque de nervios, los jueces mantienen una actitud inspirada en Risto Mejide, lanzando comentarios jocosos e hirientes sobre lo que están haciendo los concursantes, y lo que es peor, sentando cátedra cada vez que prueban un plato.
Por si eso fuera poco, la realización explota esos momentos polémicos y esa tensión constante, realzándolos con música dramática y tensa, como si a cada segundo estuvieran a punto de darte un susto en una película de miedo. Estoy seguro de que me sube el pulso cuando veo uno de estos programas.
Luego esta el toque de reality show que le dan al asunto, con esas entrevistas individuales a modo de confesionario, esas emociones a flor de piel todo el rato, esas rivalidades... vale, ya sé que es un concurso, pero un poco de alegría y buen rollo por favor que, como comenta Mikel Iturriaga en un post sobre Master Chef, esto no es la mili.
Es posible que la culpa fuera mía, que me esperara un concurso de cocina en el que la cocina fuera protagonista, y no una especie de talent show mezcla de Tú Sí que vales y, no sé, Fama, solo que con fogones en vez de malabares y bailes. Puestos a elegir un modelo de programa al que imitar, prefiero el de La Voz, donde aunque hay momentos emotivos, el programa se centra en la música y en general hay buen rollo incluso cuando eliminan a alguien.
En este tipo de concursos de cocina tipo Master Chef o Top Chef, cuando echan a un concursante parece que lo inhabiliten para cocinar el resto de su vida por no adivinar que un plato llevaba calamar, por citar algo ocurrido recientemente. Por seguir el ejemplo de La Voz, allí los concursantes se van con un buen sabor de boca y los jueces sufren al tener que eliminar a alguien, todo lo contrario que en Top Chef, donde todo son caras de mal humor y decepción.
En fin, creo que ya he explicado por qué no puedo con los concursos de cocina en televisión. Aunque entiendo que tenga sus seguidores, en mi opinión se ha perdido una gran oportunidad de hacer un concurso honesto, divertido, entretenido y educativo, y al final lo que tenemos es a concursantes puestos en tensión constantemente de forma absurda, siempre con prisas y agobios, y unos jueces que les hacen sudar tinta solo con verlos mirarles.
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