No es de extrañar que cuando hablamos de algún producto de origen chino tengamos una mala impresión al respecto, y es que los productos chinos se ganan la fama que cultivan a pulso. Si ya sabíamos que los juguetes, las herramientas, algunos electrodomésticos eran de mala calidad, ahora podemos asegurar que los productos alimenticios van por el mismo camino.
Han desarticulado en Madrid una red de distribución ilegal de alimentos asiáticos, nada menos que 20.000 kilos de alimentos que estaban en mal estado y pasados de fecha. Estos productos estaban destinados a los comercios y restaurantes que suponemos también serían chinos.
Salvando algunas excepciones, deberían cerrar los locales que son suministrados por estas redes ilegales, ya que ponen en peligro la salud del consumidor con conocimiento de causa. Entre los productos que la policía ha decomisado se encontraban incluso golosinas para los niños que habían caducado hacía cuatro años, sin lugar a dudas, no merecen abrir nuevamente las puertas estos establecimientos. Pero no acaba todo aquí, pollos y patos han sido exportados a pesar de las prohibiciones por la temida gripe aviar, además junto a estas piezas de carne, había 50 kilos de huevos de gallina ya embrionados que desprendían un fuerte hedor.
¿Qué salsas pensarían elaborar con estos huevos?, si éramos reticentes a entrar en algún restaurante chino, con estos acontecimientos lo seremos mucho más.
Así podríamos describir bastantes productos que han sido confiscados para suerte del consumidor. Gracias a las pesquisas de la policía se ha descubierto lo que posiblemente sea la punta del iceberg, porque ya sabemos que cuando encuentran algo y empiezan a tirar del hilo....
No condenamos la gastronomía china, tampoco sus productos y mucho menos englobamos en esta situación a todos los restaurantes o locales comerciales chinos, ya que como hemos dicho antes, hay excepciones y excepcionales restaurantes chinos que ofrecen gran calidad en sus preparaciones.
Sí condenamos a las personas que no tienen escrúpulos en suministrar estos pésimos productos y más aún, a quienes los elaboran para que nosotros los consumidores disfrutemos de una pestilente comida.
Más información | El País