Me gusta comer con las manos

Me gusta comer con las manos
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Le pique a quien le pique me gusta comer con las manos. Hoy he comido en un restaurante de menú a 10,50 euros, donde estaba incluido un entrante, un primer plato, un segundo plato, postre, café, pan y bebidas.

Los dueños del restaurante no creo que sean conscientes de su buena suerte, pero en su cocina tienen a una cocinera de las que miman el menú diario y como no es la primera vez que voy, he llegado cómoda sabiendo que comería bien.

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Por este motivo antes que me tomaran nota he estirado mi cuello hasta límites peligrosos, para poder espiar las mesas de alrededor y así elegir mis platos con los ojos, y aunque no ha sido nada fácil tomar una decisión como segundo plato he escogido para mi desgracia unos deliciosos boquerones.

Sí, he dicho para mi desgracia, los boquerones me han encantado, han sido un acierto total, eran frescos y estaban recién hechos, no hubiese podido comerlos mejores ni en casa de mi madre, eran tan buenos, que sin pensar he prescindido de los cubiertos y he hecho una de las cosas que más me gustan, que es comer con las manos.

Parece ser que el protocolo no permite hacer esas cosas en lugares que no sean tu hogar y he sido recriminada con miradas “duras” por parte de algunos clientes.

Claro que si lo pienso detenidamente, quizás las miradas recriminadoras pudieran ser porque, llegue charlando con la gente que me acompañaba, riendo, haciendo ruido al entrar, saludando a las camareras, volviendo a reír, con mi pedazo de vozarrón, con mis vaqueros, mi camiseta de manga larga, mis deportivas y mi actitud, y mi desgracia ha sido tropezar en las mesas de enfrente con unos señores muy discretos, silenciosos, con corbata y que comen todos y cada unos de los platos con cubiertos, y que parece que estudiaron protocolo con la mismísima familia real.

Foto | mconnors – Morguefile
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