Las frutas y verduras son parte esencial de la gastronomía española y cada vez se ensalza más la calidad de nuestros productos, que exportamos y exhibimos con orgullo. Pero tengo la sensación de que no valoramos como se merece el duro trabajo del campo, de los productores, que además se enfrentan a constantes robos en sus explotaciones. Por eso me gustaría señalar la importancia de que no compremos fruta sospechosa de ser robada, porque además nos jugamos nuestra salud.
Mi abuelo se dedicó toda su vida al trabajo del campo en la huerta de Murcia y mi padre trabaja mano a mano con muchos productores de cultivos y plantaciones de todo tipo, por lo que sé que no es en absoluto una profesión fácil. La vida del agricultor es dura, exigente y no está ni bien pagada ni valorada. Y cuando encima tienen que soportar robos constantes que arrasan con el fruto de su duro trabajo la situación se vuelve desesperante.
Los ladrones suelen trabajar en grupos perfectamente organizados, que saben muy bien cuáles son sus objetivos más golosos. Las fincas y explotaciones agrícolas de grandes dimensiones y aisladas son un blanco fácil para acceder por la noche y robar productos de todo tipo, incluso maquinaria de trabajo. Después se distribuyen en mercadillos, puestos callejeros o se venden directamente por la calle, sin ningún tipo de control.
Y esa es la otra clave de este problema: lo que han robado no ha pasado ningún control que nos asegure que es apto para el consumo. En primer lugar, cogen las frutas y verduras antes de su punto óptimo de maduración, por lo que siempre se pierde calidad, pero es que además no se siguen ninguno de los protocolos que garanticen su venta segura al consumidor.
Por ejemplo, el verano pasado se incautaron 1500 kilos de sandías robadas en Murcia que no eran aptas para el consumo humano, pues provenían de una finca universitaria dedicada a la investigación. Además, en muchas plantaciones se realizan ensayos y pruebas en determinados árboles o plantas que no se destinan a la venta, pero los ladrones roban también sus frutos sin hacer distinciones.
Puedo llegar a entender que con la situación de crisis económica que seguimos viviendo – desgraciadamente es todavía una realidad para muchas personas -, los bajos precios que vociferan los vendedores ilegales son tentadores para quien tiene problemas para llegar a fin de mes. Pero, y lo digo porque lo veo cada semana, mucha gente no sufre esa situación y compra frutas sospechosas sin importarles las consecuencias.
Comprar productos hortofrutícolas de procedencia sospechosa no sólo fomenta las bandas de ladrones y el mercado ilegal, perjudicando seriamente a los agricultores y al mercado agrario nacional. Pero es que además puede tener graves consecuencias para nuestra salud, y no creo que el riesgo merezca la pena. Sí, los precios se hinchan cuando nos llegan los productos a los consumidores, en muchos casos de forma escandalosa, pero comprar frutas ilegales no es la solución.
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