A mi padre le pirra este postre tradicional, y siempre se lo preparo cuando vuelvo a casa por Navidad o verano

Como suizo que lleva casi 40 años viviendo en España, mi padre no recuerda muy bien cuándo fue la primera vez que probó la receta de leche frita en nuestro país, pero sí tiene claro que quedó prendado para siempre de su textura y sabor. Y no es difícil saber por qué.

Postre tradicional de esos que de verdad se ha ganado el apelativo de ser 'de toda la vida', con recetas heredadas de abuelas, tías y vecinas, que aún encontramos en los menús del día de algunas casas de comidas y que, tímidamente, busca recuperar su sitio en las grandes mesas frente a la ya manida torrija. La leche frita es un manjar que sabe a tradición, a hogar y a puro placer goloso de quien no tuvo tantos dulces cuando era niño.

Hoy en día este postre se asocia más a otras fiestas como Carnaval o Semana Santa, pero también sigue siendo un clásico casero en algunas familias cuando se junta todo el mundo alrededor de la mesa, por ejemplo en Navidad. Y en mi casa tenemos un poco esa tradición, no tan ligada a las fiestas en sí, sino al reencuentro familiar.

Cuando una es la encargada oficial de los dulces y postres en su casa, ese título se te asigna de por vida, y es difícil resistirse a dar el capricho a los tuyos cuando se vive lejos del hogar. Si la Navidad es tiempo de pasar tiempo con los seres queridos, de recuperar tradiciones y de abrazar el calor hogareño con caprichos más golosos, es complicado negarse a preparar también un poco de leche frita. Por mucho que nos inunden los turrones, el panettone, galletas, mantecados y tortas de recao.

Repetiremos la jugada en la próxima ocasión que la familia se reúna para celebrar otras fiestas, ya sea en Cuaresma o en las vacaciones de verano. Porque un postre tan sencillo y humilde, con su cremosa textura láctea y su dulce cobertura de canela, apetece todo el año.