Desde que volví bastante decepcionada, gastronómicamente hablando, de un corto aunque muy intenso viaje a Italia, tengo un pequeño propósito culinario. Se trata de descubrir, desde la intimidad de mi cocina, la gastronomía tradicional italiana, pero ese tipo de cocina que va más allá de la pizza y la pasta.
Estoy convencida que los dulces y postres, son las mejores puertas para empezar con esta mini andadura italiana, ellos forman parte importante de la tradición gastronómica de cualquier cultura o país. Por eso he cocinado amaretti, unas riquísimas galletas de almendras con un ligero toque amargo.
Ingredientes
3 claras de huevo, 100 gramos de azúcar en polvo, azúcar glas para espolvorear, 150 gramos de almendra molida, 1 cucharada de almendra amarga molida.
Cómo hacer amaretti
Precalentamos el horno a 180º C. Forramos la bandeja de horno con papel para hornear.
En un bol grande batimos las claras a punto de nieve. Cernimos el azúcar y la vamos añadiendo poco a poco a las claras. Debe quedar una mezcla firme y suave.
Mezclamos las almendras molidas. Con la ayuda de una espátula vamos mezclándolas con las claras azucaradas a punto de nieve. Para que queden bien unidas, utilizaremos movimientos suaves y envolventes, para que las claras no bajen demasiado, ni pierdan mucho aire.
Colocamos la masa en una manga pastelera. Vamos repartiendo la masa sobre la bandeja forrada. Espolvoreamos con azúcar glas y horneamos durante 12 minutos.
Con la ayuda de una espátula, retiramos de la bandeja y dejamos que se enfríen un poco sobre una rejilla, sobre papel de cocina o sobre un paño limpio.
Tiempo de elaboración | 20 minutos
Dificultad | Baja
Degustación
Espolvoreamos nuestros amaretti con un poco de azúcar glas y ya están listos para servir, tanto fríos como calientes.
Estos dulces se pueden servir como galletas o como de acompañamiento a otros postres tipo helados, sopas de frutas, etc.
Si no tenemos manga pastelera y no nos importan que queden “feúchas” podemos repartir la masa sobre la bandeja con la ayuda de una cuchara.
Aunque no suelen durar tanto tiempo, se pueden conservar durante una semana si las guardamos, una vez frías, en una lata de galletas, de las que cierran herméticamente.
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