Desde luego, no seré yo quien ponga pegas a un buen bizcochón o pastel clásico, siempre que sea de consumo ocasional. Pero tampoco viene mal tener en el recetario alguna receta alternativa, especialmente si hay personas entre nosotros con alergias, intolerancias o restricciones alimentarias. Este bizcocho de chocolate y centeno sin aceite, sin huevos y sin lácteos es perfecto para que los que no puedan tomar alguno de estos ingredientes puedan darse también un capricho dulce.
La harina de centeno me gusta añadirla a masas densas con chocolate o cacao porque da un toque rústico y jugoso que creo que combina muy bien. Ha sido mi mayor modificación de la receta original de Labna, la cual esencialmente elimina cualquier grasa añadida y utiliza agua como principal ingrediente húmedo para formar la masa de este curioso bizcocho apto también para veganos.
Precalentar el horno a 170ºC y forrar o engrasar un molde de bizcocho rectangular. Tamizar en un recipiente mediano las harinas con el cacao, la sal, la canela y la levadura. Añadir el azúcar y mezclar. Formar un hueco en el centro y echar el licor, el café o zumo, y el agua, mezclando a medida que la agregamos.
Podríamos necesitar un poco más o menos de agua, dependiendo del tipo de harina. Hay que obtener una masa húmeda, cremosa, no muy líquida. Añadir los chips de chocolate, si los usamos. Llenar el molde, igualando la parte superior con una espátula o el dorso de una cuchara, y hornear durante unos 45-50 minutos.
Desmoldar, envolver en un paño de cocina limpio y dejar enfriar sobre una rejilla. Este paso ayudará a que la masa sea jugosa y aromática una vez se haya enfriado del todo. Servir con azúcar glasé espolvoreado por encima y con algo de fruta fresca.
Con qué acompañar el bizcocho de chocolate vegano
Un bizcocho aromático y jugoso como este de chocolate y centeno sin aceite, huevos ni lácteos se puede convertir en un perfecto desayuno de fin de semana o un buen postre o merienda, mejor si lo acompañamos con lo que más nos guste. Frutos rojos, salsa de chocolate fundido, nata montada, caramelo o helado, las posibilidades son casi infinitas.