Seguimos con la cocina típica de esta época del año, esta vez le toca el turno a un dulce tan tradicional como los buñuelos de cuaresma y Semana Santa que se suman a otras recetas de buñuelos previamente compartidas con vosotros: buñuelos de viento, los buñuelos tradicionales de Carnaval de Águilas y buñuelos de calabaza. Una receta clásica donde las haya.
Los buñuelos de cuaresma se diferencian del resto en que la masa se aromatiza con vino blanco, la ralladura de algún cítrico y anís en grano o matalahúva.
Esta combinación de ingredientes y sabores los hace mágicos y les otorga la capacidad hacernos viajar en el tiempo. A mi me saben a antaño y me llevan a la niñez, pero seguro que no soy la única a la que le ocurre. ¿Os animáis a probarlos y contarnos?
En un cacito pequeño vertemos la leche y le añadimos la mantequilla, el azúcar, el anís en grano, el vino dulce, la ralladura de limón y un pellizco de sal. Calentamos hasta llevar a ebullición y retiramos del fuego. Añadimos la harina de trigo de un golpe y removemos con energía hasta incorporar.
Dejamos enfriar bien la masa antes de añadir el huevo y remover bien hasta integrar. Si tenemos prisa, podemos acelerar el proceso extendiendo la masa en un recipiente amplio y metiéndola en el congelador unos minutos. Una vez lista la mezcla, la pasamos a una manga pastelera, calentamos abundante aceite en una sartén y freímos pequeñas bolitas en tandas de unos 10 máximo.
Es importante que el aceite esté a la temperatura adecuada para que los buñuelos no se quemen por fuera y queden crudos por dentro o viceversa. Para ello lo mejor es hacer una prueba antes de lanzarnos a freír como locos. Una vez fritos, los dejamos escurrir sobre papel sulfurizado y los rebozamos en azúcar o azúcar y canela antes de servir.
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Con qué acompañar los buñuelos de Cuaresma
Hay algo que te atrapa cuando pruebas estos buñuelos de cuaresma y que te lleva a comer uno tras otro sin mesura. Son suaves y aromáticos y nos van a provocar comer la bandeja entera de golpe. Por eso, mejor compartirlos con amigos y familiares poniendo con ellos el broche de oro a una comida o sirviéndolos a la hora de la merienda. Están buenísimos con un chocolate a la taza de toda la vida.
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