Nunca he sido especialmente aficionada a la televisión. En los últimos años sólo me he acercado a ella para pasarle el plumero, por lo que hay cantidad de programas nuevos que desconozco. Yo me quedé en la era de Los Simpson. Una serie que no me canso de ver y que me hace pasar ratos tan divertidos que hoy los voy a homenajear con las rosquillas de Homer Simpson.
Llamarlas donuts sería un error, pues estas rosquillas de Homer Simpson tienen una textura más compacta y menos esponjosa. No por ello dejan de estar buenísimas. Son un capricho en toda la regla. Si os animáis a elaborarlas, preparaos para que vuestras casas se llenen de risas tontas al verlas. Y es que recrear un bocado virtual tan popular como este mola mucho.
Pelamos la mitad de la naranja, procurando no cortar la parte blanca ya que esta amarga. La ponemos en un cacito junto con la leche y llevamos a ebullición. Inmediatamente después, retiramos el cacito del fuego y dejamos enfriar antes de continuar usándola.
Mientras tanto, tamizamos la harina sobre una superficie de trabajo limpia. Le agregamos el azúcar, una pizca de sal, la mantequilla y el impulsor. Mezclamos y hacemos un hueco en el centro. Añadimos el huevo y la leche atemperada, previamente pasada por un colador. Mezclamos y amasamos hasta obtener una masa homogénea, lisa y satinada.
Si notáramos que la masa queda pegajosa, agregamos más harina y amasamos hasta incorporar al resto de la masa. Siempre en pequeñas cantidades para no pasarnos y evitar que nos quede demasiado seca, porque esto arruinaría la textura de nuestras rosquillas.
Cuando la masa esté lista, la boleamos, cubrimos con papel transparente y dejamos que repose por espacio de 45 minutos dentro de la nevera. Mientras tanto, cortamos cuadrados de papel sulfurizado de unos 9x9 cm o del tamaño que queramos hacer nuestras rosquillas. Si las queremos pequeñas, con cortar 10 tendremos suficiente. Si los hacemos grandes, cortamos ocho.
Transcurrido el tiempo de reposo de la masa, la sacamos de la nevera y la dividimos en 8-10 porciones iguales. Boleamos cada porción, aplastamos sobre los cuadrados de papel y hacemos un agujero en el centro. Cortamos los bordes con un cortapastas del diámetro deseado y la parte interior con otro más pequeño. Retiramos los sobrantes, podemos utilizarlos para formar más rosquillas.
Calentamos abundante aceite en una sartén y freímos las rosquillas a fuego suave junto con el papel. Notaremos cómo se hinchan al contacto con el calor y adquieren su característica forma. Cuando la parte inferior se haya dorado, volteamos y colocamos las rosquillas nuevamente sobre el papel para que se cuezan por el otro lado.
Retiramos del fuego y escurrimos sobre papel absorbente para eliminar el exceso de grasa. Repetimos la operación tantas veces como sea necesario, cuidando siempre de controlar bien la temperatura del aceite para que no se quemen por fuera y queden crudas por dentro.
Cuando las rosquillas estén frías, preparamos el glaseado. Mezclamos el azúcar con el agua. Usamos sólo la mitad y vamos añadiendo poco a poco para ajustar el espesor y que no quede demasiado líquida. Agregamos una pequeña cantidad de colorante (con la punta de un palillo será suficiente) y removemos.
Colocamos las rosquillas sobre una rejilla metálica, protegiendo la superficie con papel absorbente, y cubrimos cada una de ellas con el glaseado rosa, ayudándonos de una cuchara. Espolvoreamos con virutas de colores y dejamos secar antes de servir.
Con qué acompañar las rosquillas de Homer Simpson
Las rosquillas de Homer Simpson son un poco laboriosas y requieren paciencia, sobre todo a la hora de freír, pero merece la pena dedicarles un poco de atención. Son perfectas para una merienda diferente, no necesitan más que un vaso de leche fresquito o una taza de café para disfrutarlas al máximo. Recomiendo consumirlas recién hechas, es como mejor están.