Cuando San Valentín se acerca, nuestra pasión por el dulce se renueva tras el paréntesis del final de las fiestas. Celebremos o no el Día de los Enamorados, es la excusa perfecta para darnos el placer de preparar en casa un postre seductor como esta crema de chocolate negro, una especie de natillas de textura melosa, sabor intenso y enganche máximo.
La receta, que hemos adaptado de uno de los libros básicos de la australiana Donna Hay, consiste en preparar lo que los angloparlantes llaman custard, básicamente como unas natillas al horno, aunque con menor cantidad de huevo. El toque de chocolate negro convierte la crema en un postre seductor por su intensidad y textura untuosa, ideal para compartir con alguien especial, o saborear en la intimidad del sofá.
Precalentar el horno a 160ºC con calor arriba y abajo, y preparar una fuente profunda que podamos llenar de agua, donde colocar los recipientes de la crema para hacerlos al baño maría. Engrasar dichos moldes con mantequilla, y reservar.
Picar el chocolate y poner a calentar en un cazo con la leche y la nata, a fuego bajo y removiendo suavemente, hasta que el primero se derrita y se transforme en una mezcla homogénea; procurar que no llegue a hervir. Dejar enfriar ligeramente.
Aparte, batir los huevos enteros, las dos yemas, el azúcar, la vainilla y una pizca de ralladura de naranja (opcional), con varillas manuales. Agregar la mezcla de chocolate poco a poco al tiempo que seguimos removiendo.
Pasar toda la mezcla por un tamiz o colador fino a una jarra grande, remover con las varillas y repartir en los moldes preparados. Colocar en la fuente, llenar de agua hasta que los cubra un poco por encima de la mitad, y llevar al horno con mucho cuidado.
Hornear durante unos 30-35 minutos, o hasta que la crema se haya cuajado. Retirar con cuidado, sacar del agua y dejar enfriar. Si no queremos que se forme una ligera película en la capa superior, cubrir en caliente con plástico film en contacto con la superficie.
Con qué acompañar la crema de chocolate al horno
Estas cremas de chocolate se pueden degustar tibias o frías tras un reposo en refrigeración, siempre que no las tomemos directamente sacadas de la nevera, pues el exceso de frío reduce el sabor y podrían estar demasiado sólidas. Son una delicia chocolatera por sí mismas, pero la experiencia se eleva enormemente con una buena porción de nata montada casera. También podemos tomarlas con helado de vainilla, turrón o café, o simplemente añadir unas galletas picadas, crocanti de avellanas o fruta fresca.
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