Cuando probé este pastel de mascarpone y fresas, se vino a mi memoria el sabor de las clásicas tartas de queso al horno que encuentras en las panaderías de los pueblos. Y es que, acostumbrada últimamente ha preparar tartas que se hacen cuajando en frío la crema, me gustó recordar esta textura entre bizcocho y pastel que hacía tiempo no tomaba.
Para la decoración he usado fresas y una mermelada casera que había preparado. Y es que a este tipo de tartas de queso les van geniales las frutas con un toque ácido, les aportan frescor, pues normalmente tienden a ser con una textura un poco densa. Yo le he puesto fresas, pero podéis probar con frambuesas, moras o kiwi, como más os guste.
Precalentar el horno a 160ºC. En un robot de cocina o bol echar la harina, el azúcar, la levadura química y la mantequilla, darle vueltas con una cuchara hasta formar unas migas. Añadir las yemas y seguir amasando hasta formar una masa blandita. Engrasar un molde desmontable de veinte centímetros de diámetro y presionar la masa con los dedos para ir recubriendo toda su base. Hornear 20 minutos y reservar.
Mientras, hacer la crema mezclando el queso mascarpone, el azúcar y el huevo con la ralladura de limón y batir con la batidora. Añadir esta crema por encima de la base y seguir horneando el pastel 35 minutos más. Limpiar las fresas y en un bol añadirles la mermelada, revolviendo para que queden bien impregnadas. Decorar la superficie de la tarta con ellas. Enfriar en la nevera hasta el momento de servir.
Con qué acompañar el pastel
El pastel de mascarpone y fresas es especialmente fresco como postre, pero al ser una tarta de queso al horno solo con no añadirle la fruta y la mermelada, lo convertimos en un bizcocho muy jugoso para una buena merienda con un café o una infusión caliente o fresquita.
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