Tan fácil como delicioso, el mel i mató (miel y mató en castellano) es un postre tradicional de origen catalán que resulta ideal para poner el broche final de una comida copiosa. Aunque lo cierto es que se puede disfrutar en cualquier otro momento del día.
El mató hace referencia a un tipo de queso cremoso y suave que recuerda mucho al requesón. Originariamente se preparaba con queso de cabra, pero en la actualidad se usa también leche de vaca o de oveja para su elaboración.
Para elaborar el mató hay que cuajar la leche con cuajo vegetal obtenido de plantas como los cardos. Este es un producto difícil de encontrar que se puede sustituir por cuajo en polvo, zumo de limón o incluso vinagre. El segundo es el que he usado yo y ha funcionado a la perfección.
Introducimos la leche y la sal en una cacerola y la ponemos al fuego. Calentamos hasta que alcance una temperatura de 70ºC. Retiramos la cacerola del fuego e, inmediatamente, le agregamos el zumo de limón. Removemos, tapamos y dejamos reposar al menos 15 minutos.
Cuando destapemos la olla veremos que la leche se ha cortado y eso es justo lo que buscamos. Colocamos un colador sobre un bol hondo y lo cubrimos con una gasa apta para cocina (también sirve una estameña). Vertemos el contenido de la cacerola, apretamos la gasa para que se filtre bien el suero y quedarnos solo con el cuajo.
Llevamos la gasa con el cuajo a la nevera durante al menos cuatro horas para que termine de cuajar. Sacamos el cuajo de la nevera, lo dividimos en porciones y servimos cada una con miel y nueces troceadas o enteras. ¡Y a disfrutar de un mató casero como mandan las tradiciones!
Con qué acompañar el mel i mató (o miel y mató)
La manera más común y popular de servir el mató es acompañado de miel y nueces. Yo he optado por una miel de flores y nueces del país, que tienen mucho más sabor. Aunque algo de fruta troceada, unas uvas pasas o cualquier otro fruto seco también le sientan de fábula.
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