Espero que me perdonéis el toque murciano en el nombre de estos rollicos de naranja al horno, un dulce que siempre me devuelve a la infancia. Los recuerdo desde que tengo uso de razón y nunca fueron rollos, siempre los llamábamos con el cariñoso diminutivo. Similares a las rosquillas por su forma y tamaño, estos dulces se hacen al horno y llevan todo el delicioso aroma de la naranja.
Aprovechemos que estamos en la recta final de la temporada de cítricos para terminar de degustar lo mejor de las naranjas, una de mis frutas favoritas. No hay nada comparado a usar el zumo recién exprimido o la ralladura de su piel para dar sabor a recetas saladas y dulces, y yo tengo debilidad por ellas. Mi madre siempre compraba los rollicos al panadero del barrio pero desde que aprendí la receta soy yo ahora quien los hornea con frecuencia.
Precalentar el horno a 180ºC y preparar un par de bandejas. Disponer los huevos en un recipiente grande, añadir el azúcar y batir muy bien, usando batidora de varillas. Echar el zumo de naranja, la ralladura y el aceite y batir un poco más. Incorporar a continuación la gaseosa, la sal, la levadura química y la harina, y trabajar el conjunto.
Lo mejor es echar la harina poco a poco, batiendo cada vez al mismo tiempo, y terminar añadiendo harina mientras se amasa con una gran cuchara. Finalmente amasar a mano sobre una superficie limpia hasta obtener una masa suave, maleable y ligeramente húmeda, pero no muy pegajosa. Ajustar la harina si fuera necesario a la hora de formar los rollicos.
Coger porciones del tamaño de una nuez, amasar cilindros y formar rollitos uniendo los extremos, presionando con suavidad. Al crecer en el horno se hará más pequeño el agujero. Colocar un poco separados en las bandejas, pintar con el huevo batido y añadir azúcar al gusto. Hornear durante unos 12-5 minutos, vigilando bien hasta que estén dorados, ya que depende de cada horno y del tamaño. Dejar enfriar sobre una rejilla.
Con qué acompañar los rollicos
Los rollicos de naranja al horno aguantan muy bien en una caja hermética durante varios días. Son crujientes pero no muy duros, perfectos para acompañar el café, un té, un vaso de leche o una taza de chocolate. Eso ya depende de lo golosos que seamos.
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