Charlando con mi madre el otro día me comentó que en la panadería del barrio de su casa en Murcia habían empezado a vender un nuevo dulce, unas pequeñas rosquillas a la naranja que al parecer son adictivas. Me dio envidia y un gran antojo, así que rebusqué entre las recetas que tengo guardadas para hornear algo parecido y acabé sacando estas riquísimas rosquillas de vino blanco, aceite y limón. Son estupendas para las sobremesas con café, licor dulce o chocolate.
Sin duda se podrían elaborar sustituyendo el cítrico por naranja, pero me apetecía darle un toque más ácido y además creo que el limón combina muy bien con el vino en dulces de este estilo. No pude evitar añadir un toque de licor de anís a la masa, pero se puede sustituir directamente por zumo de limón o añadir algo más de vino a la preparación.
Disponer el azúcar con la harina, la sal y la levadura en un cuenco, mezclando con unas varillas. Añadir el aceite de oliva, el vino blanco, el anís o zumo y la ralladura de limón. Trabajar la masa hasta conseguir una textura homogénea y lisa. Tapar con plástico flim y dejar en la nevera media hora.
Precalentar el horno a 175ºC y preparar una bandeja con papel sulfurizado o una lámina de silicona. Preparar un cuenco pequeño con un par de cucharadas de azúcar.
Tomar pequeñas porciones de masa, del tamaño aproximado de una nuez, y formar bolitas con las manos. Estirar sobre una superficie limpia hasta formar cilindros de unos 10-12 cm de longitud y unir los extremos. Si estuviera muy seca la masa, pintar con aceite. Rebozar en el azúcar y distribuir en la bandeja. Hornear durante unos 25 minutos, o hasta que se doren.
Con qué acompañar las rosquillas
Como comentaba al principio, estas rosquillas de vino blanco, aceite y limón son ideales para sacar en la sobremesa junto con una copita de licor, vino dulce, con el café o incluso con un chocolate caliente. En un recipiente hermético aguantan crujientes y aromáticas durante varios días.