Es una pena que las naranjas sanguinas sean difíciles de encontrar en los comercios habituales. La temporada no es tan larga como la de otros cítricos, por eso merece la pena aprovechar cuando tengamos ejemplares cerca para disfrutar de su fantástico sabor. Esta tarta fina de naranja sanguina y avellana es una gran opción para sorprender en casa con un postre muy sencillo.
A mí me gusta mucho el sabor de las sanguinas, pero si vuestra fruta es demasiado ácida se podrían caramelizar ligeramente antes de colocarlas en la masa de la tarta. Pero si las cortamos finitas, retirando la parte blanca, y las espolvoreamos con azúcar moreno, para mi gusto no hace falta más. La avellana molida aporta un toque estupendo a la masa, aunque se puede omitir si no tenemos a mano.
Precalentar el horno a 180ºC y engrasar un molde redondo bajo, o cubrir el fondo con papel sulfurizado. Colocar en un recipiente la harina, la harina integral, la avellana molida, el azúcar, el azúcar vainillado, la levadura química, el bicarbonato sódico y la sal. Mezclar bien con unas varillas.
Añadir el huevo y la mantequilla cortada en trozos. Batir ligeramente con las varillas y a continuación mezclar a mano, estrujando bien la masa para incorporar la mantequilla, hasta obtener una masa homogénea, algo pegajosa pero maleable. Colocar en el molde, apretando bien, dejando ligeramente más gruesos los bordes.
Pelar las naranjas sanguinas a lo vivo, sin dejar demasiada parte blanca y desechando los posibles huesos. Cortar en láminas no muy gruesas. Distribuir en el molde, cubriendo la máxima superficie posible. Espolvorear con azúcar moreno y añadir un par de cucharadas de crocanti de avellanas o almendras. Hornear durante unos 45-50 minutos.
Con qué acompañar la tarta fina de naranja sanguina y avellana
Deliciosa en el postre o la merienda, esta tarta fina de naranja sanguina y avellana está llena de aromas reconfortantes y no resulta nada pesada. El sabor de la sanguina es muy refrescante y combina muy bien con la base ligeramente crujiente, y la podríamos incluso acompañar con un poco de buena nata o una bola de helado, si nos ponemos caprichosos.