Aunque me gusta hacer mermeladas y confituras todo el año para aprovechar los productos de cada temporada, sin duda el verano es la época propicia para dedicarse a fondo a la tarea. La mermelada de melocotón es ya un clásico, pero si hay una fruta que sí o sí pasa por la cazuela para llenar botes y tarros a final del verano, son los higos frescos.
Una seductora fruta de temporada demasiado efímera con la que he crecido dándome atracones gracias a los veranos de mi infancia rodeada de higueras, y que ya más mayor aprendí a aprovechar en recetas con higos y, especialmente, a envasar haciendo conservas caseras.
Por ser un fruto tan peculiar, con su pulpa tan carnosa y piel comestible suave, sin huesos molestos ni cortezas duras, la mermelada de higos es excelente para los más novatos en el mundo de las mermeladas caseras. Espesa rápidamente por sí sola al no soltar mucha agua, y como es tan dulce tampoco exige emplear demasiado azúcar.
Puedes usar higos morados o verdes, o incluso mezclarlos, y te recomiendo que no estén demasiado maduros precisamente para que el dulzor no sea excesivo. También puedes hacer mermelada de higos sin azúcar, que habrá que conservar sí o sí en la nevera. Y le van muy bien toques de especias como una rama de canela, clavos de olor o cardamomo, también una corteza de naranja o limón, incluso toques de licor como Oporto o un poco de ron.
Es perfecta tanto para tomar simplemente en las tostadas con mantequilla, queso fresco o con yogur espeso, como para acompañar carnes y aperitivos con quesos, embutidos o patés. Aprovecha para hacer un buen lote para disfrutar en invierno y también para regalar; siempre se reciben con alegría.