Desde que probé este postre hace unos años en el desaparecido restaurante Txomin de San Sebastián, no paré hasta dar con la forma de emularlo. De un sabor más puro que la torrija tradicional, y con unos contrastes de texturas claros, la torrija caramelizada es un postre evolucionado que merece, en mi opinión, un punto y aparte.
La diferencia fundamental radica en la desaparición del rebozado, que procura un sabor más limpio, concentrado en la leche dulce que empapa el pan. Para asegurar una forma compacta cambiamos el pan de barra por pan de molde, y rematamos finalmente con una crujiente capa de azúcar quemado, un verdadero vicio para los más golosos.
No voy a negar que es un plato alto en calorías, pero al eliminar el rebozado en huevo y la posterior fritura, la digestión resulta mucho más ligera. Siempre que no se repita ración una y otra vez, claro.
Cortamos el pan de molde en trozos grandes, procurando que todas las piezas sean uniformes. Es conveniente que el pan esté ligeramente seco para que no se desarme al mojarlo con la leche. Colocamos los trozos de pan en un recipiente y reservamos.
Vertemos la leche en un cazo y añadimos seis cucharadas de azúcar y varias ramas de canela. Ponemos al fuego, lo llevamos a ebullición y cocemos 5 minutos a fuego suave. Dejamos reposar para que pierda un poco de calor. Cuando todavía esté templado, vertemos sobre el pan, cuidando de que lo absorba bien. Si es necesario les daremos la vuelta con una espátula para que se mojen por ambos lados.
Cuando los panes estén bien empapados, los pondremos a escurrir sobre una rejilla, y cuando ya no goteen los guardaremos en la nevera. Necesitan un reposo en frío de al menos una hora, para que el plato salga fresco a la mesa.
A la hora de servir espolvoreamos de azúcar la superficie de cada torrija y lo quemamos con el soplete o un quemador eléctrico adecuado. Decoramos el plato con una linea de caramelo líquido, y montamos encima la torrija.
Con qué acompañar la torrija caramelizada
La torrija caramelizada sorprende por el contraste entre la textura blanda y cremosa del pan con la costra de caramelo quemado. Incluso, más allá de las texturas, ambos sabores se complementan muy bien. Es un postre contundente, cuestión que hay que tener en cuenta a la hora de calcular las raciones, y no necesitan más acompañamiento que un café o una infusión digestiva.
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