“Redondas, de color naranja salpicadas de azúcar. Su delicadeza es insuperable, única, deshaciéndose sin necesidad de ninguna presión. Textura interior que contrasta con el exterior crujiente del azúcar, que perdura. Al paladar, rompe una sensación nítida y plena a yema de huevo, que evoca al tocino de cielo, para luego dejar un dulce, que no empalagoso, recuerdo. Son de una sensibilidad y de un sabor celestial. Uno de los mejores petits fours del mundo”. Así es como las define Rafael García Santos en su libro, Lo mejor de la Gastronomía Española.
Las Yemas de Santa Teresa son un petit four con historia. En 1860 La Flor de Castilla comenzó la elaboración de las Yemas de Santa Teresa. Las Yemas, son un postre típico en las fiestas de Santa Teresa de Ávila, de ahí que en 1920 La Flor de Castilla registrará la marca. Dada la corta caducidad de las Yemas, la producción solo se realizaba para el mercado local.
Esto, ha cambiado hoy en día debido a los adelantos tecnológicos en la producción ha cambiado y se obtienen "Yemas viajeras" con una caducidad de 60 días sin tener aditivos añadidos. Vamos, que no se se ha variado en absoluto la receta originaria de 1860.
Si vais a Ávila, podréis ver en las tiendas, pastelerías y demás unas Yemas que se venden como "Yemas de Ávila". A mi gusto, la verdad que no tienen nada que ver con las Yemas de Santa Teresa. Ni en color, ni en textura, ni en sabor. Es como si comiésemos caviar 000 de beluga y acto seguido comiésemos el sucedáneo que se vende por kilos. No hay punto de comparación.
De hecho las yemas se venden en los Centros Gastronómicos de Santa Teresa, en Ávila y Aravaca (Madrid), y además, se pueden encontrar en las pastelerías de El Corte Ingles, en tiendas especializadas y de gourmets, y en las mejores tiendas de alimentación de cada provincia.
Las Yemas de Santa Teresa tienen un maridaje perfecto con un cava o champagne. O simplemente como petit four con una taza de café o chocolate.
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