No todo tiene que entrar por la misma puerta dulce siempre
Cualquier hamburguesa que se precie suele llevar una buena salsa. Es casi una regla no escrita que nos permite jugar con algo más de jugosidad en un bocado fácil, rápido y que gusta a todo el mundo.
Sin embargo, en un mundo cargado de dilemas, complejidades y tener que acabar decidiendo entre dos opciones mayoritarias, parece que la tercera vía –cuando hablamos de salsas para hamburguesa– siempre se nos acaba atragantando.
En cierto modo, vivimos una salsera dictadura donde lo habitual es pensar en el kétchup, ese gran dictador rojo, o en la dulzona salsa barbacoa, que también maneja con mano de hierro muchos de estos bocadillos, de origen estadounidense, que hemos acabado aceptando por todo el mundo.
A mí –e insisto, porque es gusto personal– no me gusta ninguna de las dos dentro de una hamburguesa. Me podéis llamar raro, pero no me gusta incluir matices dulces en una hamburguesa que tengan que ver con el punto azucarado del kétchup o de la salsa barbacoa.
Si bien es cierto que hay algunos kétchup, así como algunas salsas barbacoa, que han salido de un perfil tan goloso, lo normal es que ejerzan su poder de manera incontestable con sabores que a mí me empalagan. Hay excepciones, insisto. Por ejemplo, en la salsa barbacoa que el chef estadounidense Byron Hogan nos legó, donde el toque de ácido es más importante que el regusto dulce.
También hay algunos kétchups comerciales que no tienden tanto a lo azucarado. El que os recomiendo es este sevillano de Cortijo de Sarteneja, que tiene un muy buen balance entre lo dulce y lo ácido.
Además, no es una cuestión solo de calorías, pues en el mundo de la hamburguesa, si es puntual, no me pongo tiquismiquis. Es más bien un equilibrio de sabores en el que no me gusta que haya tanto dulce. Más aun si acabamos eliminado de la ecuación a los clásicos pepinillos o pickles, que navegan entre dos aguas.
Salsa de tomate kétchup ecológico Cortijo de Sarteneja
En este caso, a mí lo que me gusta es meter una salsa de mostaza. También podéis meter mostaza a secas, que no es una mala opción, con alguna salsa que ya venga envasada, pero creo que habitualmente se pasan de ácidas y, especialmente, de punto de sal.
Por eso, mi opción cuando me hago hamburguesas caseras con tiempo es preparar esta sencilla salsa de mostaza que no necesita más que seis ingredientes y que tendréis lista en media hora, el tiempo en el que también podréis tener listas las hamburguesas.
La ventaja es que esta salsa, si la hacéis con cierta generosidad, la podéis meter en un bote hermético y conservarla varios días en la nevera. Muy versátil, aparte de una hamburguesa, también os puede acompañar cualquier pescado al horno o hervido, dándole más encanto.
Como es lógico, la podéis usar con carnes. Una pechuga de pollo a la plancha, cualquier tipo de chuleta de cerdo o incluso un poco de conejo salteado son buenos compañeros de viaje para una salsa barata, rápida y eficaz.
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En DAP | Hamburguesa de pollo
En DAP | Receta de pan de hamburguesa
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