En casa siempre hemos sido muy de cenar a base de pan y cosas, acostumbrados a hacer al mediodía la comida fuerte del día y tomar alguna merienda tras la actividad vespertina. Los entrepanes siempre funcionan, gustan a todos y son comodísimos, aunque no nos gusta tanto repetir las mismas fórmulas recurrentes de sándwiches y bocadillos.
Es por eso que buscar inspiración en cocinas ajenas suele ser un buen recurso para dar más variedad a nuestros menús, y reconozco que me falta por explorar más la gastronomía nórdica. Lo que sí tengo bien fichada es la despensa de encurtidos y conservas de pescado, y es el motivo por el cual me encanta preparar el sándwich danés de encurtidos.
Presentado como sándwich de verdad, cubriendo el relleno con dos porciones de pan, o como tostas generosas y muy coloridas, este plato es un festival de sabores y texturas, combinando ingredientes crujientes, cremosos, tiernos y suaves, y con ese sabor tan particular que tiene el pan negro tipo pumpernickel, tan popular también los países germanos.
Los encurtidos son además ligeros y saludables, y podemos combinarlos a nuestro gusto, con un sabor más neutro, picante o agridulce. Enriquecido con las proteínas del huevo, podríamos añadir pescado ahumado o unos filetes de arenque, incluso caballa, anchoas o sardinillas en conserva.
Fáciles de preparar, tuneables y riquísimos, son perfectos para cenas ya primaverales o casi de verano.
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