En formato tosta o sándwich, es tan simple que el secreto de su éxito está en la calidad de sus ingredientes
Yo no crecí con un Rodilla cerca por lo que para mí el concepto de sándwich de tomate nunca ha tenido ningún significado especial. Así, a secas, hasta suena soso y aburrido, más me lo parece cuando pienso en un relleno con tomate concentrado y margarina. Lo siento, no son sabores de mi infancia; para mí el tomate combinado con pan siempre se ha comido restregao -la versión murciana del pa amb tomàquet- o complementando otros ingredientes en un bocadillo. Hasta que probé esta receta.
Originalmente es una tosta aunque en Estados Unidos las llaman open-faced sandwich, un sándwich de cara abierta, digamos sin tapar. Y así están buenísimas, pero últimamente he repetido la elaboración coronando cada pieza con otra rebanada de pan, y me gusta incluso más. La tosta Estela de tomate se convierte así en un bocado muy versátil que, cerrado, es más saciante y fácil de comer fuera de casa.
Lleva muy pocos ingredientes y en la calidad de estos reside la clave para que sea un sándwich sublime, ideal para preparar cuando tenemos tomates de los buenos-buenos de verdad. El pan es importante, originalmente un tipo negro o pumpernickel alemán, pero una hogaza artesanal con centeno o multicereales integral nos sirve, en rebanadas no muy gruesas. Y nada de mayonesa o queso crema, la base debe ser un queso cremoso tipo brie o camembert, o incluso una torta del Casar.
Una vez tostado el pan se restriega con un diente de ajo, se cubre la base bien con el queso y se colocan rodajas de tomate superpuestas. Sal, pimienta, aceite de oliva virgen extra y listo, tapamos con otra porción de pan tostado, y a gozar.
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