Hacer crestas de gallo guisadas es tan sencillo como un hígado encebollado, aunque hay otras opciones de recetas para prepararlas que pasan por cocinarlas confitadas, fritas o en marcarlas a la plancha que también dan muy buen resultado para esta casquería del despiece del pollo que tiene tantos amantes como detractores.
En este caso, cuando se guisan, es una forma perfecta para que las consuman aquellos que no son especialmente fans de ellas. Lo mismo que sucede a veces con los callos a la madrileña, donde son muchos los que aman su sofrito y su salsa, pero no tanto la textura.
Blandita y algo chiclosa, otra opción para preparar estas crestas de gallo y hacerlas más amables sería picarlas muy menudas después de cocerlas, como se hace en el restaurante ConSentido (Salamanca) y que dan muy buen resultado.
El otro truco es que las crestas estén muy bien cocidas, bien limpias e incluso, si queremos comprarlas congeladas, no pasará nada porque sigue siendo perfectas para esta receta, también muy típica de la zona de Zamora.
Cocemos las crestas en olla exprés con cuatro granos de de pimienta, una cebolla con 4 clavos de olor y una hoja de laurel durante media hora. Si las cocemos en olla tradicional tardarán aproximadamente el doble.
Cuando estén cocidas, las escurrimos y reservamos y en una olla con cuatro cucharadas de aceite doramos el ajo con la cayena.
Luego añadimos la cebolla y los pimientos picados y cocinamos a fuego suave durante unos 20 minutos. Agregamos después el tomate triturado y cocinamos completamente hasta que empiece a borbotear suavemente.
Incorporamos los pimentones y dejamos cocinar suavemente un par de minutos. Entonces integramos la cucharada de harina de arroz, removemos y vertemos el caldo de pollo.
Cocinamos todo junto cinco minutos, triturar con la minipimer y colocamos las crestas cocidas. Corregimos de sal y pimienta y rematamos cocinando el conjunto 10 minutos para que las crestas se guisen con las verduras y servimos bien caliente.
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Con qué acompañar las crestas de gallo
Este plato a la zamorana puede servirse como segundo plato o cocinarse a modo de tapa o aperitivo, donde también puede dar mucho juego. En cualquier caso, junto a una ensalada o con algún postre detrás ganará muchos enteros.
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