Flygande Jacob: el delirante plato sueco con pollo, plátano, nata montada, salsa picante, beicon y cacahuetes

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Hay recetas que se pierden en el tiempo y que son fruto de la tradición y evolución popular a través de los siglos. Y hay otras que surgen de forma casi casual, que, sin saber muy bien cómo, se convierten rápidamente en uno de los platos más queridos de una población. No pocas veces estos se asocian a conceptos como comfort food o cocina viejuna, y suelen poner a prueba las papilas gustativas de los foráneos. Es el caso del Flygande Jacob, venerado en Suecia, y con una lista de ingredientes un tanto peculiar.

Pechuga de pollo, plátano natural, nata montada mezclada con salsa picante de bote, beicon frito y cacahuetes son los protagonistas del susodicho plato, normalmente cocinado en capas al horno y que se suele acompañar con arroz blanco. No es precisamente el concepto de gastronomía escandinava que el mundo tiene de la cocina sueca, pero allí son muchas las familias que todavía lo disfrutan con cariño y nostalgia.

Una receta improvisada

El Flygande Jacob o "Jacobo volador" nació de la pura improvisación de su creador en los años 70 del siglo pasado. Es un ejemplo más de tantos platos hoy icónicos que nacieron de casualidad, por pura necesidad o por accidente, como la ensalada Cobb o el brownie de chocolate. Pero en este caso el autor ni siquiera se dedicaba profesionalmente a la cocina, pues era trabajador de carga aérea en el aeropuerto.

Corría el año 1976 cuando Ove Jacobsson se encontró en la tesitura de no tener nada preparado para llevar a la fiesta común del vecindario. Al más puro estilo de los suburbios estadounidenses (potluck), la idea era que cada invitado contribuyera con alguna elaboración casera para compartir entre todos, pero Jacobsson se vio obligado a improvisar con lo que buenamente pudo reunir en su cocina.

Así, usando las sobras de pollo que tenía en la nevera y otros ingredientes que, pensó, combinaría bien, dio luz a su creación tras pasar la fuente por el horno, añadiendo beicon y cacahuetes como toque final. El plato resultó todo un éxito y se ganó las alabanzas de Anders Tunberg, vecino y editor de la revista culinaria 'Allt om Mat' ('Todo sobre comida'). Una feliz casualidad que haría historia.

Animado por Tunberg, Jacobsson redactó y envió la receta a la publicación, que la destacó con honores en sus páginas del número de septiembre. Bautizada la obra jugando con su ocupación profesional y su propio apellido, el nombre también se dice que es una alusión a Gösta Jacobsson, célebre corredor de larga distancia.

Las razones del éxito: una nueva sociedad

Elogiado por el artículo, el plato fue un triunfo casi instantáneo y caló pronto en la sociedad sueca de la época. Pero las razones de tal éxito no se limitaban a que, al parecer, estaba realmente bueno; la época en la que nació tuvo mucho que ver en su alzamiento como icono culinario y popular del país.

La década de 1970 fue una etapa transformadora a muchos niveles en numerosos países occidentales, llegando también a culturas como la japonesa. Tras los duros años de posguerra y recuperación económica, Estados Unidos resurgió como potencia ya unos años antes creando un nuevo modelo aspiracional de sociedad, tan bien reflejado, utópicamente, en la ficción audiovisual.

Familias de clase media, amas de casa entregadas a su marido y sus hijos, bonitas viviendas en los suburbios con sus jardines y fiestas vecinales, modernos electrodomésticos, diners y restaurantes familiares, coches brillantes, nuevos productos procesados (que hacían la vida más sencilla), el cine de Hollywood... La american way of life, con la sociedad de consumo en todo su esplendor, estaba destinada a extenderse por medio mundo.

Suecia vivió su particular transformación precisamente en los años 60-70, con una apertura al resto del mundo y abrazando la cultura de los suburbios para una clase media más acomodada que ahora exigía nuevas comodidades y pequeños lujos. La arquitectura, el urbanismo, el diseño de interiores y los electrodomésticos reflejaron ese cambio, y también lo hizo la cocina.

Comenzaron a llegar productos de otros lugares del mundo, apareciendo en los mercados suecos alimentos tan exóticos como las frutas tropicales, especias lejanas y condimentos de todo tipo y condición. En realidad, es el mismo proceso que vivieron muchos otros países en la segunda mitad del siglo XX, como Suiza, donde el curioso riz Casimir es casi un plato nacional. La pizza con piña y los espaguetis napolitana japoneses son dos ejemplos más de este proceso.

El Flygande Jacob vio la luz como un afortunado reflejo de todo este contexto, pasando por el filtro del peculiar gusto culinario sueco.

Por qué sigue gustando

A pesar de que, visto desde fuera, pueda sonar un poco a engendro o guarrindongada propia de un niño jugando en la cocina, no podemos juzgar tan libremente este Flygande Jacob. Nuestro recetario viejuno está plagado de recetas, digamos, desfasadas, que también son hijas de su tiempo. Y que, a pesar de todo, siguen teniendo éxito cuando se preparan hoy, aunque sea en un ejercicio de nostalgia o como diversión irónica.

Más allá de ese confort infantil que despiertan estos sabores, este es un plato que funciona, al menos para el paladar sueco. La mezcolanza no es tan disparatada: pollo y plátano maridan muy bien, la grasa láctea de la nata proporciona cremosidad y un dorado gratinado que unifica el conjunto, con el sabor extra de los aderezos aromáticos, aunque sean de bote. Y todo el mundo sabe que el crujiente del beicon y los cacahuetes mejoran casi cualquier receta, añadiendo sabor y textura.

La receta destaca otra cualidad muy típica de la cocina sueca: el contraste de elementos salados y dulces, común también en otras gastronomías europeas. El realzar carnes y pescados con salsas lácteas, toques de fruta y sabores más dulces puede ser arriesgado, pero, cuando funciona, es un festín para el paladar.

Si a sus virtudes gustativas sumamos la sencillez de la receta, lo económica que resulta y lo mucho que cunde para servir muchas raciones o celebraciones familiares, tenemos las claves de su éxito. Es un plato que suele gustar mucho a los niños y que sigue generando buena aceptación entre los adultos, presente aún en menús de restaurantes y cafeterías, con versiones precocinadas que hacen su elaboración aún más sencilla.

Pero en el fondo es una de esas recetas humildes y populares, de la que cada familia tiene su propia versión con un toque que la hace única. Como nuestros macarrones con chorizo o la tan reinventada ensaladilla rusa vegetariana, la versión más simple de la ensaladilla.

La receta original de Flygande Jakob

Ingredientes

Para 8 personas
  • Pechuga de pollo cocinada a la parrilla o asada
  • Plátano 4
  • Aderezo de hierbas italianas para ensalada 5 ml
  • Nata líquida para montar 400 ml
  • Salsa picante de chile tipo Heinz 200 ml
  • Bacon 140 g
  • Cacahuetes tostados o fritos y salados 100 g
  • Arroz de grano largo cocido para acompañar

Cómo hacer flygande Jacob

Dificultad: Fácil
  • Tiempo total 40 m
  • Elaboración 20 m
  • Cocción 20 m

Precalentar el horno a 220ºC. Desmenuzar la carne de los pollos, sin piel ni huesos, y colocar en el fondo de una fuente refractaria. Espolvorear con el aderezo para ensaladas.

Pelar los plátanos y cortar longitudinalmente por la mitad, a lo largo. Cortar después en cuatro piezas cada una de las mitades. Distribuir por encima del pollo.

Batir la nata casi hasta dejarla completamente montada y mezclar con la salsa picante. Cubrir completamente el pollo y el plátano con ella. Gratinar en el horno durante 20 minutos.

Mientras tanto, cortar el beicon en piezas pequeñas y freír en una sartén hasta que esté crujiente. Escurrir sobre papel de cocina. Añadir a la fuente horneada junto con los cacahuetes. Servir con arroz blanco cocido, y ensalada (opcional).

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Fotos | iStock - Pixabay - Unsplash - Kr val
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